viernes, 25 de enero de 2008

La ley de la Iglesia, «ley de libertad»; explica Benedicto XVI

Intervención al celebrarse los 25 años de promulgación del Código de Derecho Canónico


CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 24 enero 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI explicó este viernes que la ley de la Iglesia es ante todo «ley de libertad» que tiene por objetivo la «salvación de las almas».

Fue el mensaje que dejó a los participantes en el congreso organizado por el Consejo Pontificio para los Textos Legislativos con motivo de los 25 años de la promulgación del Código de Derecho Canónico.

Este Código que rige actualmente la organización y vida de la Iglesia fue promulgado por Juan Pablo II el 25 de enero de 1983. En 1990 se promulgó el Código de los Cánones de las Iglesias Orientales.

«La ley de la Iglesia es sobre todo "lex libertatis" --aclaró el Papa--: ley que nos hace libres para adherir a Jesús».

Por eso, aclaró, «hay que saber presentar al Pueblo de Dios, a las nuevas generaciones, y a cuantos están llamados a hacer respetar la ley canónica, el concreto vínculo que tiene con la vida de la Iglesia, para proteger los delicados intereses de las cosas de Dios, proteger los derechos de los más débiles, de los que no tienen otras fuerzas para hacerse valer».

Asimismo, según el Papa, la aplicación del Derecho en la Iglesia sirve para «defender aquellos delicados "bienes" que todo fiel ha recibido gratuitamente --el don de la fe, de la gracia de Dios, en primer lugar--».

Estas normas del Derecho Canónico, aclaró, no son simples normas creadas por legisladores eclesiásticos, sino más bien «la declaración autorizada» «de los deberes y de los derechos, que se fundamentan en los sacramentos y que han sido por tanto instituidos por el mismo Cristo».

Esto quiere decir, subrayó, que las leyes en la Iglesia tienen como objetivo «lograr la "salus animarum"», la salvación de las almas.

Por este motivo, señaló, la ley de la Iglesia «debe formularse de modo claro, sin ambigüedades, y siempre en armonía con las otras leyes de la Iglesia».

«Por tanto, es necesario abrogar las normas que están superadas; modificar las que necesitan ser corregidas; interpretar --a la luz del Magisterio vivo de la Iglesia-- las que son dudosas, y finalmente, colmar las eventuales "lacunae legis"» (lagunas de la ley).

En este contexto, aclaró que el Consejo Pontificio para los Textos Legislativos tiene el deber de velar para los distintos órganos competentes que deben dictar normas para los fieles «puedan reflejar siempre en su conjunto la unidad y la comunión que son propias de la Iglesia».

Predicador del Papa: Cristo redimió también el sufrimiento y la muerte

Comentario del padre Cantalamessa a la liturgia del próximo domingo


ROMA, viernes, 25 enero 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap., predicador de la Casa Pontificia, a la Liturgia de la Palabra del próximo domingo, III del Tiempo Ordinario.

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III Domingo del Tiempo Ordinario

Isaías 8, 23b-9,3; I Corintios 1, 10-13.17; Mateo 4, 12-23

Curaba toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo



El pasaje del Evangelio del tercer domingo del tiempo ordinario concluye con las palabras: «Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo». Cerca de un tercio del Evangelio se ocupa de las curaciones obradas por Jesús durante el breve tiempo de su vida pública. Es imposible eliminar estos milagros o darles una explicación natural sin desmembrar todo el Evangelio y hacerlo incomprensible.

Los milagros en el Evangelio tienen características inconfundibles. Jamás están para sorprender o para ensalzar a quien los realiza. Hoy algunos se dejan encantar al oír a ciertos personajes que dicen poseer poderes de levitación, de hacer aparecer o desaparecer objetos y cosas por el estilo. ¿A quién sirve este tipo de milagro, suponiendo que sea tal? A nadie, o sólo a uno mismo para ganar adeptos y dinero.

Jesús realiza milagros por compasión, porque ama a los demás: hace milagros también para ayudarles a creer. Obra curaciones para anunciar que Dios es el Dios de la vida y que al final, junto a la muerte, también la enfermedad será vencida y «ya no habrá luto ni llanto».

Jesús no es el único que sana, sino que ordena a sus apóstoles hacer lo mismo detrás de Él: «Les envió a anunciar el Reino de Dios y a curar a los enfermos» (Lc 9,2); «Predicad que el reino de los cielos está cerca. Curad a los enfermos» (Mt 10,7 s.). Encontramos siempre las dos cosas a la vez: predicar el Evangelio y curar a los enfermos. El hombre tiene dos medios para intentar superar sus enfermedades: la naturaleza y la gracia. Naturaleza indica la inteligencia, la ciencia, la medicina, la técnica; gracia indica el recurso directo a Dios, a través de la fe, la oración y los sacramentos. Estos últimos son los medios que la Iglesia tiene a disposición para «curar a los enfermos».

Lo malo empieza cuando se busca una tercera vía: la de la magia, la que hace palanca en pretendidos poderes ocultos de la persona que no se basan ni en la ciencia ni en la fe. En este caso o estamos ante pura charlatanería o --peor--- ante la acción del enemigo de Dios. No es difícil distinguir cuándo se trata de un verdadero carisma de curación y cuándo de su falsificación en la magia. En el primer caso, la persona jamás atribuye a poderes propios los resultados obtenidos, sino a Dios; en el segundo, la gente no hace más que alardear de sus pretendidos «poderes extraordinarios». Cuando por ello se leen anuncios del tipo: mago tal de no sé quién «llega donde otros fracasan», «resuelve problemas de todo tipo», «poderes extraordinarios reconocidos», «expulsa demonios, aleja el mal de ojo», no hay que dudar ni un instante: son grandes engaños. Jesús decía que los demonios se expulsan «con ayuno y oración», ¡no vaciando el bolsillo de la gente!

Pero debemos hacernos otra pregunta: ¿y quien no se cura? ¿Qué pensar? ¿Qué no tiene fe, que Dios no le ama? Si la persistencia de una enfermedad fuera señal de que una persona carece de fe o del amor de Dios por ella, habría que concluir que los santos eran los más pobres de fe y los menos amados de Dios, porque los hay que pasaron toda la vida postrados. No; la respuesta es otra. El poder de Dios no se manifiesta sólo de una manera -eliminando el mal, curando físicamente--, sino también dando la capacidad, y a veces hasta el gozo, de llevar la propia cruz con Cristo y completar lo que falta a sus padecimientos. Cristo redimió también el sufrimiento y la muerte: ya no es signo del pecado, participación en la culpa de Adán, sino instrumento de redención.

[Traducción del original italiano realizada por Marta Lago]

Hacer de los medios instrumentos de esperanza: clave de lectura del mensaje papal

Explica el presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales


ROMA, jueves, 24 enero 2008 (ZENIT.org).- Los medios de comunicación pueden ser hoy instrumentos de «nuestra esperanza», una clave de lectura que propuso el presidente del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales este jueves al presentar el mensaje del Papa sobre «Los medios: en la encrucijada entre protagonismo y servicio. Buscar la Verdad para compartirla».

Es el lema de la 42ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales --4 de mayo de 2008--, que desarrolla ahora Benedicto XVI, apuntando a la posibilidad y a la necesidad de que los medios estén «al servicio de un mundo más justo y solidario».

Como es tradicional, el mensaje del Papa se hace público en la festividad de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas. En esta ocasión, se ha encargado de presentarlo el citado dicasterio --que preside el arzobispo Claudio Maria Celli-- a la prensa internacional acreditada ante la Santa Sede.

«En diversos sectores de la vida humana y de convivencia de los pueblos» «los medios son un auténtico recurso, una bendición para todos», y así lo constata el Papa --explica monseñor Celli-- por ejemplo aludiendo a su contribución «a la alfabetización y a la socialización», «al desarrollo de la democracia y al diálogo entre los pueblos».

Pero también advierte de riesgos que tanto los medios como cada profesional deben «afrontar para ser solidarios con todos los hombres», subraya el prelado.

Mencionó, entre esos peligros, que los medios «se transformen en sistemas dedicados a someter al hombre a lógicas dictadas por los intereses dominantes del momento», como dice el Papa.

Igualmente citó, del mensaje pontificio, el hecho de que, «sobre algunos acontecimientos, los medios no se utilizan para una adecuada función de información, sino para "crear" los mismos eventos».

«Es uno de los riesgos que actualmente corren los medios», profundizó el prelado a petición de los periodistas presentes. Más allá «de representar o de expresar lo que está ocurriendo», «el riesgo es precisamente este protagonismo, que a la vez obedece a determinados criterios que le vienen también de fuera, donde verdaderamente ciertas realidades se crean».

«Pero estoy más preocupado hacia donde apunta el Papa --admitió--; nos advierte, nos hace conscientes de que hoy el poder de los medios es tan fuete que el riesgo que se corre es la creación de estilos de vida».

Se trata de una innegable capacidad sugestiva de los medios, que influyen «sobre la concreción de la cotidianeidad», «pero son capaces de crear perspectivas diferentes incluso internacionales» donde «han surgido problemas y se han inflado expresamente para crear determinadas situaciones o acciones paralelas. El Papa nos invita a estar atentos a estos riesgos que actualmente pueden correr los medios», recalcó monseñor Celli.

«Se ha de evitar --alerta también el Santo Padre en su mensaje-- que los medios se conviertan en altavoz del materialismo económico y del relativismo ético, verdaderas plagas de nuestro tiempo».

Y aquí «existe un gran riesgo», admitió ante la prensa internacional el prelado. Éste, compartiendo la actitud del Papa, subrayó «la capacidad positiva de los medios en el camino de la humanidad de hoy», porque, además, «sería imposible pensar en una comunidad de los pueblos, que tiene sensación de familia, sin los medios de comunicación».

Pero el Papa --«incansable buscador de la verdad»-- «nos invita también a prestar atención a este gran riesgo, que existe y es evidente», y señala una realidad que no es hipotética», puntualizó monseñor Celli.

«Diría que hay grupos de distinto tipo, y tienen expresiones mediáticas; no siempre determinados grupos cuentan con este profundo deseo de la verdad», aclaró.

Así que «la delicadeza y la cantidad de situaciones nuevas debería impulsarnos a todos -dijo el prelado-- a hablar de "info-ética"», más necesaria que nunca, según el mensaje pontificio.

Y es que «las comunicaciones sociales están profundamente ligadas al hombre», por lo que el Santo Padre --«con palabras de aliento»-- «nos invita a defender celosamente la persona humana en todos sus ámbitos», añadió el presidente del dicasterio.

«Si los medios constituyen un desafío, lo son ante todo para la inteligencia del hombre. Y la Iglesia no tiene miedo ni de la inteligencia ni de la razón», recordó.

Se puede decir «que quien ayuda al hombre a conocerse a sí mismo y a buscar la verdad llega a Cristo. He aquí por qué la cita del Evangelio de Juan (en el mensaje del Papa) "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" es de ayuda para afrontar el reto que hoy la sociedad dirige a los medios, a sus profesionales y a todos sus destinatarios: la búsqueda de la verdad --que es posible encontrar-- es camino para la comunión entre las personas y los pueblos», concluyó monseñor Celli.

Por Marta Lago