sábado, 29 de diciembre de 2007

Predicador del Papa: Derecho y deber de transmitir el ideal del matrimonio

Comentario del padre Cantalamessa a la liturgia del próximo domingo


ROMA, viernes, 28 diciembre 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap. --predicador de la Casa Pontificia-- a la liturgia del próximo domingo, festividad de la Sagrada Familia: Jesús, María y José.

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Domingo después de Navidad: Fiesta de la Sagrada Familia


Sirácida 3, 2-6.12-14; Colosenses 3, 12.21; Mateo 2, 13-15.19-23

«Hombre y mujer los creó»


El domingo después de Navidad se celebra la festividad de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. En la segunda lectura san Pablo dice: «Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que se vuelvan apocados». En este texto se presentan las dos relaciones fundamentales que, juntas, constituyen la familia: la relación esposa-esposo y la relación padres-hijos.

De las dos relaciones la más importante es la primera, la relación de pareja, porque de ella depende en gran parte la segunda, la de los hijos. Leyendo con perspectiva moderna aquellas palabras de Pablo, de inmediato salta a la vista una dificultad. Pablo recomienda al marido que «ame» a la mujer (y esto está bien), pero después recomienda a la mujer que sea «sumisa» al marido, y esto, en una sociedad fuertemente (y justamente) consciente de la igualdad de sexos, parece inaceptable.

Sobre este punto san Pablo está, al menos en parte, condicionado por la mentalidad de su tiempo. Con todo, la solución no es eliminar de las relaciones entre marido y mujer la palabra «sumisión», sino en todo caso hacerla recíproca, como recíproco debe ser también el amor. En otras palabras: no sólo el marido debe amar a la mujer, sino que también la mujer al marido; no sólo la mujer debe ser sumisa al marido, sino también el marido a la mujer. La sumisión no es sino un aspecto y una exigencia del amor. Para quien ama, someterse al objeto del propio amor no humilla, sino que le hace feliz. Someterse significa, en este caso, no decidir solo; saber a veces renunciar al propio punto de vista. En resumen, recordar que se ha pasado a ser «cónyuges», o sea, literalmente, personas que están bajo «el mismo yugo» libremente acogido.

La Biblia plantea una relación estrecha entre ser creados «a imagen de Dios» y el hecho de ser «hombre y mujer» (v. Gn 1,27). La semejanza consiste en esto. Dios es único y solo, pero no es solitario. El amor exige comunión, intercambio interpersonal, requiere que haya un «yo» y un «tú». Por eso el Dios cristiano es uno y trino. En Él coexisten unidad y distinción: unidad de naturaleza, de voluntad, de intención, y distinción de características y de personas. Precisamente en esto la pareja humana es imagen de Dios. La familia humana es reflejo de la Trinidad. Marido y mujer son, en efecto, una sola carne, un solo corazón, una sola alma, aún en la diversidad de sexo y de personalidad. Los esposos están uno ante otro como un «yo» y un «tú», y están frente a todo el resto del mundo, empezando por los propios hijos, como un «nosotros», como si se tratara de una sola persona, pero ya no singular, sino plural. «Nosotros», o sea, «tu madre y yo», «tu padre y yo». Así habló María a Jesús, después de encontrarle en el templo.

Sabemos bien que éste es el ideal y que, como en todas las cosas, la realidad es con frecuencia bastante diferente, más humilde y más compleja, a veces incluso trágica. Pero estamos tan bombardeados de casos de fracasos que a lo mejor, por una vez, no está mal volver a proponer el ideal de la pareja, primero en el plano sencillamente natural y humano, y después en el cristiano. ¡Ay de llegar a avergonzarse de los ideales en nombre de un malentendido realismo! El final de una sociedad, en este caso, estaría marcado. Los jóvenes tiene derecho a que se les transmitan, por parte de los mayores, ideales, y no sólo escepticismo y cinismo. Nada tiene la fuerza de atracción que posee el ideal.

[Traducción del original italiano realizada por Marta Lago]

lunes, 24 de diciembre de 2007

14 razones por las que Jesús es mejor que Santa Claus

- Santa vive en el Polo Norte
- Jesús vive en tu corazón

- Santa se pasea en trineo
- Jesús se pasea por el viento y camina sobre las aguas

- Santa viene una vez al año
- Jesús está siempre en tu vida

- Santa llena tus calcetines con regalitos
- Jesús atiende todas tus necesidades

- Santa baja por tu chimenea sin invitación
- Jesús toca a tu puerta y entra a tu corazón

- Para ver a Santa tienes que hacer fila
- Jesús está cerca siempre que haces una oración

- Santa te deja sentarte en sus piernas
- Jesús te deja descansar en sus brazos

- Santa no sabe tu nombre, solo dice: "Hola pequeño, cómo te llamas?"
- Jesús sabe tu nombre desde antes de que nacieras. Él sabe tu historia y tu futuro.

- Santa tiene una barriga enorme
- Jesús tiene un corazón lleno de amor

- Todo lo que Santa puede ofrecer es un Ho, Ho, Ho.
- Jesús ofrece salud, ayuda, esperanza y la vida eterna.

- Santa dice: "No llores".
- Jesús dice: "Deja tus preocupaciones en mí que Yo cuidaré de tí"

- Los pequeños ayudantes de Santa hacen juguetes
- Jesús da vida, repara corazones lastimados y une hogares rotos.

- Santa Puede hacerte sonreír
- Jesús te da alegría en tu vida

- Santa deja regalos debajo del árbol
- Jesús es nuestro regalo y murió en la cruz para darnos la salvación.

Es obvio que no puede haber una comparación real.
Necesitamos recordar a quien verderamente le da sentido a la Navidad
Necesitamos poner a Jesús de regreso en esta Navidad

"JESÚS ES LA VERDADERA RAZON DE ESTA ÉPOCA"


Visto en el boletín dominical de la Parroquia de San Antonio de Padúa en Chihuahua, México.

Predicador del Papa: Navidad, suprema manifestación de «la filantropía de Dios»

Comentario del padre Cantalamessa a la liturgia del próximo domingo
ROMA, martes, 24 diciembre 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap. --predicador de la Casa Pontificia-- a la liturgia de medianoche de la Natividad del Señor.
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Natividad del SeñorIsaías 9, 2-4.6-7; Tito 2, 11-14; Lucas 2, 1-14
Gloria a Dios y paz a los hombres
Una antigua costumbre prevé para la fiesta de Navidad tres misas, llamadas respectivamente «de medianoche», «de la aurora» y «del día». En cada una, a través de las lecturas que varían, se presenta un aspecto distinto del misterio de forma que se tenga de él una visión por así decirlo tridimensional. El evangelio de la Misa de medianoche se concentra en el evento, en el hecho histórico. Se describe con una desconcertante sencillez, sin ostentación alguna. Tres o cuatro líneas de palabras humildes y corrientes para describir el acontecimiento, en absoluto, más importante en la historia del mundo: la llegada de Dios a la tierra.
La tarea de mostrar el significado y el alcance de este acontecimiento lo confía, el evangelista, al canto que los ángeles entonan después de haber dado el anuncio a los pastores: «Gloria a Dios en lo alto del cielo y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor». En el pasado esta última expresión se traducía de manera distinta: «Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad». Con este significado la expresión entró en el canto del «Gloria» y se hizo habitual en el lenguaje cristiano. Tras el Concilio Vaticano II se suele indicar con ella a todos los hombres honestos, que buscan la verdad y el bien común, sean o no creyentes.
Pero se trata de una interpretación inexacta y por ello actualmente en desuso. En el texto bíblico original se trata de los hombres a los que ama Dios, que son objeto de la buena voluntad divina, no que ellos tengan buena voluntad. De este modo, el anuncio resulta todavía más consolador. Si la paz se otorgara a los hombres por su buena voluntad, entonces se limitaría a pocos, a los que la merecen; pero como se otorga por la buena voluntad de Dios, por gracia, se ofrece a todos. La Navidad no apela a la buena voluntad de los hombres, sino que es anuncio luminoso de la buena voluntad de Dios hacia los hombres.
La palabra clave para entender el sentido de la proclamación angélica es por lo tanto la última, la que habla del «querer», del «amor» de Dios hacia los hombres, como fuente y origen de todo lo que Dios ha comenzado a realizar en Navidad. Nos ha predestinado a ser sus hijos adoptivos «según el beneplácito de su voluntad», escribe el Apóstol; nos ha dado a conocer el misterio de su querer, según cuanto había establecido «en su benevolencia» (Ef 1,5.9). Navidad es la suprema epifanía de aquello que la Escritura llama la filantropía de Dios, o sea, su amor por los hombres: «Se ha manifestado la bondad de Dios y su amor por los hombres» (Tito 3, 4).
Sólo después de haber contemplado la «buena voluntad» de Dios hacia nosotros podemos ocuparnos también de la «buena voluntad» de los hombres: de nuestra respuesta al misterio de la Navidad. Esta buena voluntad se debe expresar mediante la imitación de la acción de Dios. Imitar el misterio que celebramos significa abandonar todo pensamiento de hacer justicia solos, todo recuerdo de ofensas recibidas, suprimir del corazón todo resentimiento aún justo, y ello respecto a todos. No admitir voluntariamente ningún pensamiento hostil contra nadie; ni contra los cercanos ni contra los lejanos, ni contra los débiles ni contra los fuertes, ni contra los pequeños ni contra los grandes de la tierra, ni contra criatura alguna que existe en el mundo. Y esto para honrar la Navidad del Señor, porque Dios no ha guardado rencor, no ha mirado la ofensa recibida, no ha esperado a que otro diera el primer paso hacia Él. Si esto no es posible siempre, durante todo el año, por lo menos hagámoslo en tiempo de Navidad. Así ésta será de verdad la fiesta de la bondad.
Traducción del original italiano realizada por Marta Lago.

La Navidad de Benedicto XVI

Seguida por canales de televisión de todo el planeta
CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 24 diciembre 2007 (ZENIT.org).- Noventa canales de televisión de todo el mundo seguirán en directo la Misa del Gallo que Benedicto XVI presidirá a las 24.00 horas en la Basílica de San Pedro del Vaticano.
Con el Papa, concelebrarán algunos cardenales que se encuentran en Roma.
En el día de Navidad, a las 12.00, desde el balcón central de la Basílica Vaticana, el Papa dirigirá a la humanidad su mensaje de Navidad, saludando en numerosos idiomas, e impartirá la bendición«Urbi et Orbi», a la ciudad de Roma y al mundo entero.
En la tarde de este lunes, tuvo lugar la inauguración del Nacimiento en la Plaza de San Pedro en presencia de autoridades eclesiásticas de la Santa Sede y de los responsables de de los servicios técnicos de la Gobernación del Vaticano.
Se trata de una tradición que fue inaugurada en 1982 por el Papa Juan Pablo II y que ha sido mantenida por Benedicto XVI.
Tras la ceremonia, en la misma plaza de San Pedro, comenzó una vigilia de oración, en la que el Papa encendió una vela de la paz colocada en la ventana de su estudio.

Benedicto XVI invita a anunciar a todo el mundo la alegría de la Navidad

Exhorta a los creyentes a «anunciar a todos la presencia de Dios en medio de nosotros»
CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 23 diciembre 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI invitó este domingo a todos los creyentes a anunciar al mundo la alegría de la Navidad, el amor de Dios hecho hombre.
En esto consiste la misión evangelizadora de la Iglesia, aclaró a los miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro para participar en la oración mariana del Ángelus.
«Mañana por la noche nos reuniremos para celebrar el gran misterio del amor que nunca termina de sorprendernos. Dios se hizo hijo del hombre para que nos convirtiéramos en hijos de Dios», comenzó constatando
«La misión evangelizadora de la Iglesia --indicó-- es la respuesta al grito "ven, Señor Jesús", que atraviesa toda la historia de la salvación y que sigue alzándose de los labios de los creyentes. "Ven, Señor, a transformar nuestros corazones para que en el mundo se difundan la justicia y la paz"».
El pontífice aclaró que éste es motivo que ha llevado a la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe a publicar, en días pasados, la Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización.
«El documento quiere recordar a todos los cristianos, en una situación en la que con frecuencia ya no les queda claro ni siquiera a muchos fieles la razón misma de la evangelización, que la acogida de la Buena Nueva en la fe lleva de por sí a comunicar la salvación recibida como un don», reconoció.
«La verdad que salva la vida, que se hizo carne en Jesús, enciende el corazón de quien la recibe con un amor al prójimo que mueve la libertad para devolver lo que se ha recibido gratuitamente».
La venida de Dios, «que se hace como uno de nosotros en Navidad, es un don inestimable, un don capaz de hacernos vivir el abrazo universal de los amigos de Dios, en esa red de amistad con Cristo que une el cielo y la tierra, que orienta la libertad humana hacia su cumplimiento y que, si es vivida en su verdad, florece con un amor gratuito y lleno de atención por el bien de todos los hombres».
«No hay nada más hermoso, urgente e importante que volver a dar gratuitamente a los hombres lo que hemos recibido gratuitamente de Dios», reconoció el Papa.
«No hay nada que nos pueda eximir o dispensar de este exigente y fascinante compromiso. La alegría de la Navidad que ya experimentamos, al llenarnos de esperanza, nos empuja al mismo tiempo a anunciar a todos la presencia de Dios en medio de nosotros», concluyó.
Benedicto XVI presidirá en la Nochebuena la misa de Navidad y, a mediodía del 25 de diciembre impartirá la bendición «Urbi et Orbi» y felicitará al mundo por la venida de Jesús.

La Santa Sede acoge «con respeto» a Tony Blair

El viernes tuvo lugar la ceremonia privada
CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 23 diciembre 2007 (ZENIT.org).- La decisión de Tony Blair de entrar en la plena comunión con la Iglesia católica ha sido acogida «con respeto» por parte de la Santa Sede.
La arquidiócesis católica de Westminster ha revelado que la ceremonia privada de acogida del antiguo primer ministro británico, que nació en el seno de la Iglesia anglicana, tuvo lugar este viernes, durante una misa celebrada en al capilla de la residencia arzobispal.
El cardenal Cormac Murphy O'Connor afirmó: «Estoy muy contento de dar la bienvenida a Tony Blair en la Iglesia católica. Durante mucho tiempo ha sido participado regularmente en la misa con su familia y en los últimos meses ha seguido un programa de formación para prepararse a la recepción en la plena comunión»
«Mis oraciones están con él, con su esposa, con su familia en este feliz momento de su itinerario común de fe», añadió.
Por su parte, el padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha comentado que se trata de una «buena noticia que acogemos con respeto».
«Los católicos están contentos de acoger en su comunidad a quienes, a través de un camino serio y de reflexión, se convierten al catolicismo».
Por su parte, el arzobispo de Canterbury y primado de la Comunión Anglicana, Rowan Williams, ha deseado a Tony Blair todo bien en su camino espiritual.

Por Jesús Colina

Palabras con las que el Papa entrega a los universitarios su encíclica «Spe salvi»

Discurso a los universitarios de Roma
CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 24 diciembre 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que dirigió Benedicto XVI a los universitarios de Roma el 13 de diciembre de 2007, después de la misa de preparación a la Navidad en la que participaron los jóvenes en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

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Queridos amigos:
Me alegra mucho encontrarme con vosotros, que habéis venido en gran número a esta cita tradicional, en la cercanía del Nacimiento de Cristo. Saludo y expreso mi agradecimiento al cardenal Camillo Ruini, que ha celebrado la Eucaristía juntamente con los capellanes universitarios, a los que saludo cordialmente. Saludo a las autoridades y en primer lugar al ministro de Universidades, así como a los rectores, a los profesores y a todos los estudiantes.
Agradezco al rector de la Universidad "Campus biomédico" y a la joven estudiante de la facultad de derecho de la Tercera Universidad de estudios de Roma que en nombre de todos me han dirigido palabras de afecto y felicitación. Correspondo de corazón a esos sentimientos formulando para cada uno de vosotros los mejores deseos de una serena y santa Navidad.
Saludo de modo especial a los jóvenes de la delegación de Albania, que han traído a Roma el icono de María Sedes Sapientiae, y a los de la delegación de Rumania, que esta tarde reciben la imagen de María para que sea "peregrina" de paz y de esperanza en su país.
Queridos jóvenes universitarios, permitidme que en este encuentro tan familiar proponga a vuestra atención dos breves reflexiones. La primera atañe al camino de vuestra formación espiritual. La diócesis de Roma ha querido dar mayor relieve a la preparación de los jóvenes universitarios para la sagrada Confirmación; así, vuestra peregrinación a Asís del pasado día 10 de noviembre constituyó el momento de la "llamada"; y esta tarde dais la "respuesta". En efecto, alrededor de 150 de vosotros os habéis presentado como candidatos al sacramento de la Confirmación, que recibiréis en la próxima Vigilia de Pentecostés. Se trata de una iniciativa muy adecuada, que se inserta bien en el itinerario de preparación para la Jornada mundial de la juventud, que tendrá lugar en Sydney en julio de 2008.
A los candidatos al sacramento de la Confirmación y a todos vosotros, queridos jóvenes amigos, os digo: fijad la mirada en la Virgen María y aprended de su "sí" a pronunciar también vosotros vuestro "sí" a la llamada divina. El Espíritu Santo entra en nuestra vida en la medida en que le abrimos el corazón con nuestro "sí". Cuanto más pleno es nuestro "sí", tanto más pleno es el don de su presencia.
Para comprenderlo mejor, podemos hacer referencia a una realidad muy sencilla: la luz. Si las persianas están herméticamente cerradas, el sol, aunque brille con gran esplendor, no podrá iluminar la casa; si en la persiana hay una pequeña rendija, entrará un rayo de luz; si se abre un poco la persiana, la habitación comenzará a iluminarse; pero los rayos del sol sólo iluminarán y calentarán el ambiente cuando la persiana se haya levantado totalmente.
Queridos amigos, el ángel se dirigió a María con el saludo "llena de gracia", que significa precisamente esto: su corazón y su vida están totalmente abiertos a Dios y por eso completamente penetrados de su gracia. Que ella os ayude a dar también vosotros un "sí" libre y pleno a Dios, para que podáis ser renovados, más aún, transformados por la luz y la alegría del Espíritu Santo.
La segunda reflexión que quiero proponeros concierne a la reciente encíclica sobre la esperanza cristiana, que como sabéis lleva por título "Spe salvi", "salvados en la esperanza", palabras tomadas de la carta de san Pablo a los Romanos (cf. Rm 8, 24). La entrego idealmente a vosotros, queridos universitarios de Roma y a través de vosotros a todo el mundo de la universidad, de la escuela, de la cultura y de la educación.
El tema de la esperanza es particularmente adecuado para los jóvenes. Os propongo, en particular, que hagáis objeto de reflexión y confrontación, también en grupo, la parte de la encíclica en donde trato sobre la esperanza en la época moderna. En el siglo XVII Europa sufrió un auténtico cambio de época y desde entonces se ha ido consolidando cada vez más una mentalidad según la cual el progreso humano es sólo obra de la ciencia y de la técnica, mientras que a la fe sólo le competería la salvación del alma, una salvación puramente individual.
Las dos grandes ideas fundamentales de la modernidad, la razón y la libertad, se han separado de Dios para llegar a ser autónomas y cooperar en la construcción del "reino del hombre", prácticamente contrapuesto al reino de Dios. Así, se ha difundido una concepción materialista, alimentada por la esperanza de que, al cambiar las estructuras económicas y políticas, se pueda edificar finalmente una sociedad justa, donde reine la paz, la libertad y la igualdad.
Este proceso, que no carece de valores y de razones históricas, contiene sin embargo un error de fondo: el hombre no es sólo producto de determinadas condiciones económicas o sociales; el progreso técnico no coincide necesariamente con el crecimiento moral de las personas; más aún, sin principios éticos, la ciencia, la técnica y la política pueden utilizarse -como de hecho ha sucedido y como por desgracia sigue sucediendo- no para el bien sino para el mal de las personas y de la humanidad.
Queridos amigos, se trata de temas tan actuales que estimulan vuestra reflexión y favorecen aún más la confrontación positiva y la colaboración ya existente entre todos los ateneos estatales, privados y pontificios. La ciudad de Roma debe seguir siendo un lugar privilegiado de estudio y de elaboración cultural, como aconteció en el encuentro europeo de más de tres mil profesores universitarios que tuvo lugar el pasado mes de junio.
Roma ha de ser también modelo de hospitalidad para los estudiantes extranjeros. En este ámbito, me alegra saludar a las delegaciones de universitarios procedentes de diversas ciudades europeas y americanas. La luz de Cristo, que invocamos por intercesión de María, Estrella de esperanza, y de la santa virgen y mártir Lucía, cuya memoria celebramos hoy, ilumine siempre vuestra vida.
Con este auspicio, os deseo de corazón a vosotros y a vuestros familiares una Navidad llena de gracia y de paz, a la vez que imparto de corazón a todos la bendición apostólica.
Traducción distribuida por la Santa Sede
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