martes, 1 de enero de 2008

La familia, «principal “agencia” de paz», según Benedicto XVI

Quien daña a la familia daña la paz, advierte


CIUDAD DEL VATICANO, martes, 1 enero 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI explicó en la Jornada Mundial de la Paz que el lenguaje de la paz se aprende en familia, de modo que quien daña a la familia daña también a la paz.

El Papa comenzó el primer día del año con una solemne celebración eucarística, en la Basílica de San Pedro, en la solemnidad de María, Madre de Dios, invocando la paz sobre las familias y sobre el mundo entero.

Después, al rezar el Ángelus junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro, comentó el tema de la Jornada de este año: «Familia humana, comunidad de paz».

«El mismo amor que edifica y mantiene unida a la familia, célula vital de la sociedad, favorece esas relaciones de solidaridad y de colaboración entre los pueblos de la tierra, que son propias de los miembros de la única familia humana», explicó el obispo de Roma.

«Quien obstaculiza la institución familiar, aunque sea inconscientemente --dijo citando el Mensaje para la Jornada de la Paz--, hace que la paz de toda la comunidad, nacional e internacional, sea frágil, porque debilita lo que, de hecho, es la principal "agencia" de paz».

«No vivimos unos al lado de otros por casualidad --advirtió--; todos estamos recorriendo un mismo camino como hombres y, por tanto, como hermanos y hermanas».

Por este motivo, subrayó, «es verdaderamente importante que cada quien se asuma su responsabilidad ante Dios y que reconozca en Él el manantial originario de la existencia propia y el de la de los demás».

«De esta conciencia mana un compromiso para hacer de la humanidad una auténtica comunidad de paz, regida por una ley común, que ayude a la libertad a ser realmente ella misma..., y que proteja al débil del abuso del más fuerte», propuso.

Al comenzar el año 2008, en el que se celebra «el sexagésimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre», el Papa invitó a la comunidad internacional, «a emprender un camino de auténtica solidaridad y de paz estable».

Más de dos millones en Madrid «por la familia cristiana»

Un encuentro sin precedentes convocado por la arquidiócesis de la capital


MADRID, martes 1 enero 2008 (ZENIT.org).- Más de dos millones de personas se congregaron este domingo en la plaza Colón de Madrid para expresarse a favor de «la familia cristiana», en un acto organizado por la arquidiócesis de Madrid con el apoyo de movimientos eclesiales y organizaciones de apoyo a la familia y la vida.


Benedicto XVI, antes de rezar el Ángelus desde la plaza de San Pedro del Vaticano, dirigió en español un saludo a los manifestantes, en el que alentó a dar «testimonio ante el mundo de la belleza del amor humano, del matrimonio y la familia».

«Ésta --aclaró--, fundada en la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, constituye el ámbito privilegiado en el que la vida humana es acogida y protegida, desde su inicio hasta su fin natural».

Los presentes, bajo un mediodía de sol, pudieron seguir las palabras del obispo de Roma a través de las nueve pantallas colocadas en la plaza Colón y en calles aledañas. En el acto se evitó en todo momento toda manipulación política.

«Por eso, los padres tienen el derecho y la obligación fundamental de educar a sus hijos, en la fe y en los valores que dignifican la existencia humana --siguió diciendo el Papa--. Vale la pena trabajar por la familia y el matrimonio porque vale la pena trabajar por el ser humano, el ser más precioso creado por Dios».

Entre los manifestantes, destacaban millares de niños de todas las edades, acompañados de sus padres y abuelos, en un encuentro sin precedentes en España y que ha seguido los pasos del «Family day», convocado por la Iglesia en Italia el 12 de mayo en la plaza de San Juan de Letrán en Roma.

Se unieron al encuentro la gran mayoría de los cardenales y obispos españoles, dirigentes de los movimientos y otras organizaciones laicas, como el Foro de la Familia.

En el acto, el cardenal Antonio María Ruoco, pronunció una homilía en la que afirmó que la familia «se presenta como el problema objetivamente más grave e inquietante ante el que se encuentran las sociedades europeas y, por supuesto, la española».

El arzobispo de Madrid constató que «se relativiza radicalmente la idea del matrimonio y la familia» fomentando «desde las edades más tempranas prácticas y estilos de vida» que son «opuestos al valor del amor indisoluble entre un hombre y una mujer».

Ante estas circunstancias, el cardenal aseguró que en España «el ordenamiento jurídico ha dado marcha atrás respecto a lo que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas» que reconocía y establecía «que la familia es el núcleo natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a ser protegida por la sociedad y el Estado».

«¡Urge la respuesta cristiana a esta pregunta crucial para nuestro futuro, el de España, el de Europa y el de toda la humanidad!», agregó.

El presidente de la Conferencia Episcopal Española y obispo de Bilbao, al ver a la multitud, afirmó que «era posible vivir la fidelidad en la familia» y que es posible trasmitir la vida gracias a la esperanza y la fe en Dios.

Aplausos acogieron sus alusiones a la «familia tradicional» que se quiere desacreditar frente a la llamada «familia moderna».

Por su parte, el cardenal Agustín García Gasco, arzobispo de Valencia, denunció a los poderes públicos que socavan y denigran a la familia en lugar de protegerla, definiendo el laicismo como un fraude que conduce a la desesperación como se ve con el aborto, la ley del divorcio express o la educación en ideologías que van en contra de la Constitución...

También el cardenal Antonio Cañizares, arzobispo de Toledo y primado de España, intervino para decir que la familia es una escuela de paz, de esperanza y de seguridad por lo que, en la medida que existe la familia, España tiene futuro...

Otras intervenciones fueron las de Francisco Ayuga, de Acción Católica; Manuel Carracedo, de Renovación Carismática; un mensaje leído de Chiara Lubich, del movimiento de Focolares; Benigno Blanco, presidente del Foro de la Familia; Kiko Argüello, fundador de las Comunidades Neocatecumenales y uno de los inspiradores de la celebración; Julián Carrón, de Comunión y Liberación y Andrea Ricardi, de Comunidad de San Egidio, llegado expresamente de Roma.

El acto concluyó con la procesión de la Virgen, con los cantos de los distintos coros, así como con la liberación de centenares de globos blancos y amarillos.

Predicador del Papa: Debemos imitar a María concibiendo a Cristo en el corazón

Comentario del padre Cantalamessa a la Solemnidad de María Santísima, Madre de Dios


ROMA, lunes, 31 diciembre 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap. --predicador de la Casa Pontificia-- a la liturgia de la Solemnidad de María Santísima, Madre de Dios -1 de enero--.

* * *

Solemnidad de María Santísima, Madre de Dios
Números 6, 22-27; Gálatas 4, 4-7; Lucas 2, 16-21

Madre por la fe

El primer día del año la Iglesia celebra la solemnidad de María Santísima «Madre de Dios». Un título que expresa uno de los misterios y, para la razón, una de las paradojas más elevadas del cristianismo. Ha llenado de estupor la liturgia de la Iglesia, que exclama: «¡Lo que los cielos no pueden contener, se ha encerrado en tu seno, hecho hombre!».

Con motivo la Iglesia nos lleva a celebrar la fiesta de María Madre de Dios en la octava de Navidad. Fue en Navidad, de hecho, en el momento en que «dio a luz a su hijo primogénito» (Lucas 2,7), no antes, que María se convirtió verdadera y plenamente en Madre de Dios. Madre no es un título como los demás, que se añade desde fuera, sin incidir sobre el ser mismo de la persona. Se es madre pasando por una serie de experiencias que dejan esta huella para siempre y modifican no sólo la conformación del cuerpo de la mujer, sino también la conciencia que tiene de sí misma.

Al hablar de la maternidad divina de María, la Escritura pone constantemente de relieve dos elementos o momentos fundamentales que se corresponden, por lo demás, a los que la experiencia común humana considera esenciales para que se tenga una verdadera y plena maternidad. Son concebir y dar a luz. «He aquí que concebirás en tu seno y darás a luz un hijo» (Lc 1,31). Aquél que se «concibe» en ella procede del Espíritu Santo, y ella «dará a luz» un hijo (Mt 1,20 s). La profecía de Isaías, en la que todo ello se había preanunciado, se expresaba de igual forma: «Una virgen concebirá y dará a luz un hijo» (Is 7,14). He aquí por qué sólo en Navidad, cuando da a luz a Jesús, María se convierte, en sentido pleno, en Madre de Dios. El primer momento, concebir, es común tanto al padre como a la madre, mientras que el segundo, dar a luz, es exclusivo de la madre.

Madre de Dios es el más antiguo e importante título dogmático de la Virgen. Es el fundamento de toda su grandeza. Por eso María no es, en el cristianismo, sólo objeto de devoción, sino también de teología; o sea, entra en el discurso mismo sobre Dios, porque Dios está directamente implicado en la maternidad divina de María. Es también el título más ecuménico que existe, en cuanto que es compartido y acogido indistintamente, al menos en línea de principio, por todas las confesiones cristinas.

En el Nuevo Testamento no hallamos explícitamente el título «Madre de Dios» dado a María, pero encontramos afirmaciones que, en la atenta reflexión de la Iglesia, bajo la guía del Espíritu Santo, mostrarán, a continuación, que contienen ya, como in nuce, tal verdad. María es llamada corrientemente en los Evangelios: «madre de Jesús», «madre del Señor», o sencillamente «la madre» y «su madre». De estos datos partió la Iglesia en el Concilio ecuménico de Éfeso, en el año 431, para definir como verdad de fe la divina maternidad de María y el título de Theotokos, Madre de Dios. Tal proclamación determinó una explosión de veneración hacia la Madre de Dios que no decayó jamás, ni en Oriente ni en Occidente, y que se traduce en fiestas litúrgicas, iconos, himnos y en la construcción de innumerables iglesias dedicadas a Ella, como Santa María la Mayor en Roma.

La maternidad física o real de María, con la relación excepcional y única que crea entre Ella y Jesús, y entre Ella y toda la Trinidad, es y sigue siendo, desde el punto de vista objetivo, lo más grande y el privilegio inigualable, pero es tal porque encuentra una respuesta subjetiva en la fe humilde de María. «María -dice San Agustín-- concibió a Cristo por fe en su corazón antes de concebirlo físicamente en su cuerpo». No podemos imitar a María en concebir a Cristo en el cuerpo; sin embargo podemos y debemos imitarla en concebirlo en el corazón, o sea, en creer.

[Traducción del original italiano realizada por Marta Lago]

domingo, 30 de diciembre de 2007

Un año nuevo, no es cualquier cosa - catholic.net

Todos desean a los demás y a sí mismos un buen año, pero pocos luchan por obtenerlo.
Un año nuevo, no es cualquier cosa


Empezar un nuevo año, como si fuera cualquier cosa, es una enorme torpeza. Un año de vida es un regalo demasiado grande para echarlo a perder.

¿Alguna vez has sentido en lo más hondo de tu ser ese deseo profundo y enorme de mejorar o de cambiar? Si es así, no dejes que el deseo se escape, porque no todos los días lo sentirás. Si hoy sientes esa llamada a querer ser otro, a ser distinto, atrápala con fuerza y hazla realidad.

El inicio de un nuevo año es el momento para reunir las fuerzas y toda la ilusión para comenzar el mejor año de la vida, porque el que se proponga convertir éste en su mejor año, lo puede lograr.

El año nuevo es una oportunidad más para transformar la vida, el hogar, el trabajo en algo distinto. «Quiero algo diferente, voy a comenzar bien; así será más fácil seguir bien y terminar bien. Quizá el año pasado no fue mi mejor año, me dejó un mal sabor de boca. Éste va a ser distinto, quiero que así sea; es un deseo, es un propósito, y no lo voy a echar a perder.

Tengo otra oportunidad que no voy a desperdiciar, porque la vida es demasiado breve».

¿Quién es capaz de decir?: "Desde hoy, desde este primer día, todo será distinto" En mi hogar me voy a arrancar ese egoísmo que tantos males provoca; voy a estrenar un nuevo amor a mi cónyuge y a mi familia; seré mejor padre o madre. Seré también distinto en mi trabajo, no porque vaya a cambiar de trabajo, sino de humor. En él incluso voy a desempolvar mi fe, esa fe arrumbada y llena de polvo; voy a poner un poco más de oración, de cielo azul, de aire puro en mi jornada diaria. Ya me harté de vivir como he vivido, de ser egoísta, tracalero, injusto. Otro estilo de vida, otra forma de ser. ¿Por qué no intentarlo?”

En los ratos más negros y amargos, llenos de culpa, piensas: «¿Por qué no acabar con todo? Pero en esos mismos momentos se puede pensar otra cosa: ¿Por qué no comenzar de nuevo?».

Algunos ven que su vida pasada ha sido gris, vulgar y mediocre, y su gran argumento y razón para desesperarse es: «He sido un Don Nadie, ¿qué puedo hacer ya?» Pero otros sacan de ahí mismo el gran argumento, la gran razón para el cambio radical positivo: «No me resigno a ser vulgar; quiero resucitar a una vida mejor, quiero luchar, voy a trabajar, quiero volver a empezar».

Un año recién salido de las manos del autor de la vida es un año que aún no estrenas. ¿Qué vas a hacer con él? El año pasado ¿no te gustó?, ¿no diste la medida? Con éste ¿qué vas a hacer? Un nuevo año recién iniciado: todo comienza, si tú quieres; todo vuelve a empezar...

Yo me uno a los grandes insatisfechos, a los que reniegan de la mediocridad, a los que, aún conscientes de sus debilidades, confían y luchan por una vida mejor.

Todos desean a los demás y a sí mismos un buen año, pero pocos luchan por obtenerlo. Prefiero ser de los segundos.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Mariano de Blas LC

    Fiesta de la Sagrada Familia

    31 de diciembre. Dios quiso nacer dentro de una familia y así ha santificado la familia humana

    Fiesta de la Sagrada Familia
    Fiesta de la Sagrada Familia
    La sagrada Familia

    En la festividad de la Sagrada Familia, recordamos y celebramos que Dios quiso nacer dentro de una familia para que tuviera alguien que lo cuidara, lo protegiera, lo ayudara y lo aceptara como era.

    Al nacer Jesús en una familia, el Hijo de Dios ha santificado la familia humana. Por eso nosotros veneramos a la Sagrada Familia como Familia de Santos.

    ¿Cómo era la Sagrada Familia?

    María y José cuidaban a Jesús, se esforzaban y trabajaban para que nada le faltara, tal como lo hacen todos los buenos padres por sus hijos.

    José era carpintero, Jesús le ayudaba en sus trabajos, ya que después lo reconocen como el “hijo del carpintero”.

    María se dedicaba a cuidar que no faltara nada en la casa de Nazaret.

    Tal como era la costumbre en aquella época, los hijos ayudaban a sus mamás moliendo el trigo y acarreando agua del pozo y a sus papás en su trabajo. Podemos suponer que en el caso de Jesús no era diferente. Jesús aprendió a trabajar y a ayudar a su familia con generosidad. Él siendo Todopoderoso, obedecía a sus padres humanos, confiaba en ellos, los ayudaba y los quería.

    ¡Qué enseñanza nos da Jesús, quien hubiera podido reinar en el más suntuoso palacio de Jerusalén siendo obedecido por todos! Él, en cambio, rechazó todo esto para esconderse del mundo obedeciendo fielmente a María y a José y dedicándose a los más humildes trabajos diarios, el taller de San José y en la casa de Nazaret.

    Las familias de hoy, deben seguir este ejemplo tan hermoso que nos dejó Jesús tratando de imitar las virtudes que vivía la Sagrada Familia: sencillez, bondad, humildad, caridad, laboriosidad, etc.

    La familia debe ser una escuela de virtudes. Es el lugar donde crecen los hijos, donde se forman los cimientos de su personalidad para el resto de su vida y donde se aprende a ser un buen cristiano. Es en la familia donde se formará la personalidad, inteligencia y voluntad del niño. Esta es una labor hermosa y delicada. Enseñar a los niños el camino hacia Dios, llevar estas almas al cielo. Esto se hace con amor y cariño.

    “La familia es la primera comunidad de vida y amor el primer ambiente donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo por otras personas, sino también y ante todo por Dios.” (Juan Pablo II, Encuentro con las Familias en Chihuahua 1990).

    El Papa Juan Pablo II en su carta a las familias nos dice que es necesario que los esposos orienten, desde el principio, su corazón y sus pensamientos hacia Dios, para que su paternidad y maternidad, encuentre en Él la fuerza para renovarse continuamente en el amor.

    Así como Jesús creció en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres, en nuestras familias debe suceder lo mismo. Esto significa que los niños deben aprender a ser amables y respetuosos con todos, ser estudiosos obedecer a sus padres, confiar en ellos, ayudarlos y quererlos, orar por ellos, y todo esto en familia.

    Recordemos que “la salvación del mundo vino a través del corazón de la Sagrada Familia”.
    La salvación del mundo, el porvenir de la humanidad de los pueblos y sociedades pasa siempre por el corazón de toda familia. Es la célula de la sociedad.

    Oración

    “Oremos hoy por todas las familias del mundo para que logren responder a su vocación tal y como respondió la Sagrada Familia de Nazaret.
    Oremos especialmente por las familias que sufren, pasan por muchas dificultades o se ven amenazadas en su indisolubilidad y en el gran servicio al amor y a la vida para el que Dios las eligió” (Juan Pablo II)

    “Oh Jesús, acoge con bondad a nuestra familia que ahora se entrega y consagra a Ti, protégela, guárdala e infunde en ella tu paz para poder llegar a gozar todos de la felicidad eterna.”

    “Oh María, Madre amorosa de Jesús y Madre nuestra, te pedimos que intercedas por nosotros, para que nunca falte el amor, la comprensión y el perdón entre nosotros y obtengamos su gracia y bendiciones.”

    “Oh San José, ayúdanos con nuestras oraciones en todas nuestras necesidades espirituales y temporales, a fin de que podamos agradar eternamente a Jesús. Amén.”

    Fuente: www.catholic.net