viernes, 7 de noviembre de 2008

Trasplante de órganos, un “acto de amor”, explica el Papa

No pueden someterse a la lógica del mercado


CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 7 noviembre 2008 (ZENIT.org).- El trasplante de órganos, ya sea en vida o tras la muerte del donante, es siempre un acto de amor, aseguró Benedicto XVI, quien ha denunciado la tentación de someter esta práctica a la lógica del mercado.

Según el Papa, "el acto de amor, que se expresa con el don de los propios órganos vitales, es un testimonio genuino de caridad que sabe ver más allá de la muerte para que siempre venza la vida".

Siendo arzobispo de Munich, el cardenal Joseph Ratzinger se hizo miembro de una organización de donación de órganos. Años después, antes de llegar a ser Papa, dijo que siempre llevaba la tarjeta consigo y que estaba dispuesto a donar si alguien pudiera necesitar sus órganos.

El Santo Padre afrontó el argumento al recibir en la mañana a una audiencia formada en buena parte por médicos y expertos en bioética, convocados por la Academia Pontificia para la Vida, en colaboración con la Federación Internacional de las Asociaciones Médicas Católicas y el Centro nacional Italiano de Trasplantes.

El pontífice consideró que el beneficiado de un transplante de órganos debe ser consciente del valor de este gesto: "es destinatario de un don que va más allá del beneficio terapéutico. Antes que un órgano recibe un testimonio de amor que debe suscitar una respuesta igualmente generosa, de manera que se incremente la cultura del don y de la gratuidad".

Por este motivo, promovió "la difusión de una cultura de la solidaridad que se abra a todos sin excluir a nadie".

"Una medicina de los trasplantes coherente con una ética de la donación exige el compromiso de todos por invertir todo esfuerzo posible en la formación y en la información para sensibilizar cada vez más a las conciencias en un problema que afecta diariamente a la vida de muchas personas".

"Será necesario, por tanto, superar prejuicios y malentendidos, disipar desconfianzas y miedos para sustituirlos con certezas y garantías, permitiendo que crezca en todos una conciencia cada vez más difundida del gran don de la vida", dijo.

El cuerpo no está en venta

Si los trasplantes son un acto de amor, entonces no pueden convertirse en objeto de mercado, siguió advirtiendo Benedicto XVI.

"El cuerpo nunca podrá ser considerado como un mero objeto; de lo contrario se impondría la lógica del mercado", aclaró citando su primera encíclica, "Deus caritas est".

"Eventuales motivos de compraventa de órganos, así como la adopción de criterios discriminadores o utilitaristas, desentonarían hasta tal punto con el mismo significado de la donación de que por sí mismos se pondrían fuera de juego, calificándose como actos moralmente ilícitos", aseguró.

Por eso, "los abusos en los trasplantes y su tráfico, que con frecuencia afectan a personas inocentes, como los niños, tienen que encontrar el rechazo unido de la comunidad científica y médica por ser prácticas inaceptables. Por tanto, deben ser condenadas con decisión como abominables".

"El mismo principio ético debe ser subrayado cuando se quiere llegar a la creación y destrucción de embriones humanos destinados a objetivos terapéuticos. La misma idea de considerar el embrión como "material terapéutico" contradice los fundamentos culturales, civiles y éticos sobre los que se basa la dignidad de la persona", aclaró.

Obispos de Estados Unidos sopesan la victoria de Obama

Llamamiento a la oración y protección de los no nacidos


WASHINGTON, 6 noviembre 2008 (ZENIT.org).- Hay que rezar por el presidente electo y por nuestro país. Este fue el mensaje que el arzobispo Donald Wuerl envió a los fieles de la capital, Washington.


"Ofrecemos nuestra plegarias hoy por nuestro país y por nuestros recién elegidos líderes, incluyendo al presidente electo Obama, en el momento en que asumen nuevas responsabilidades", dijo el arzobispo del distrito federal de Washington, el día después de que el senador por Illinois Barack Obama ganara las elecciones contra el senador de Arizona John McCain.

El arzobispo reconoció el "histórico momento" de la elección del primer afroamericano a la presidencia y dijo que se alegra "con el resto de nuestro país por su significado".

El arzobispo Wuerl expresó el deseo de que los nuevos líderes "sean guiados en sus decisiones por la sabiduría y la compasión".

Repitiendo un tema de preocupación para más de cincuenta líderes de diócesis en este año electoral, que hicieron declaraciones públicas a favor de la protección de la vida de los no nacidos, el arzobispo dijo que él también espera ver en la nueva administración "un profundo respeto por y un compromiso hacia la santidad y dignidad de toda vida humana y apoyo hacia los más vulnerables entre nosotros".

El obispo William Murphy de Rockville Centre, Nueva York, también comentó el día de la elección, calificándolo de "momento histórico" en la historia de Estados Unidos.

En declaraciones a "Radio Vaticano", el obispo Murphy consideró al presidente electo "hombre inteligente" que es capaz de "mover a un grupo con su visión".

"Este país está cansado de muchas cosas y desea una voz fresca y pienso que él representa ampliamente esto", afirmó el obispo.

El obispo Murphy reconoció que el tema del aborto es un "reto importante" para este presidente, quien, dice, "no es pro-elección sino pro-aborto".

El prelado aludió al "horror de los 40 ó 50 millones de bebés abortados" en el país y dijo que se ha "excluido sistemáticamente a una parte de nuestra ciudadanía por compartir [el derecho a la vida]".

"Esta es una tremenda mancha oscura en la nación estadounidense y contradice lo que proclamamos ser: un pueblo para el que la libertad, la justicia y la búsqueda de la felicidad, que significa estar fundado sobre la vida, se permite, se da a cada uno", dijo.

Pero no dando al no nacido el derecho a la vida, "no estamos viviendo lo que proclamamos ser", dijo.

Refiriéndose a Obama, el obispo Murphy dijo que el recorrido del presidente electo contra la vida ha sido "muy claro" y que los "obispos le urgirán a repensar esto. Le urgiremos a no avivar el fuego de las divisiones culturales, que divida ulteriormente al país en este tema tan importante".

Aseguró que "le urgirá replantear estas posiciones y a tratar de reflexionar sobre el amplio sentimiento de que el aborto a petición no es algo bueno en sí mismo, porque mata a niños, y que no es una buena cosa para nuestro país, porque ataca al auténtico meollo de una buena sociedad".

El obispo de San Antonio llamó a los fieles a rezar por una cultura de la vida. En un mensaje publicado en el sitio web diocesano, el arzobispo José H. Gómez de San Antonio y el obispo auxiliar Oscar Cantú, reconocieron el récord de número de votantes que fueron a las urnas para elegir al primer presidente afroamericano.

"Oremos --añadieron-- para que Dios le dé sabiduría y compasión que para conformar una cultura de la vida en esta tierra y que pueda hacer un giro hacia políticas que protejan a los más vulnerables de entre nosotros".

Confesiones de un antiguo masón

Maurice Caillet, venerable de una Logia francesa, revela secretos en “Yo fuy masón”


MADRID, jueves, 6 noviembre 2008 (ZENIT.org).- Maurice Caillet, venerable de una Logia francesa durante 15 años, desvela secretos de la Masonería en un libro recién publicado por "LibrosLibres" con el título "Yo fui masón".

Rituales, normas de funcionamiento interno, juramentos y la influencia en la política de esta organización secreta salen ahora a la luz, en particular las implicaciones del juramento que obliga a defender a otros "hermanos" masones.

El volumen desvela también la decisiva influencia de la Masonería en la elaboración y aprobación de leyes, como la del aborto, en Francia, de la que él, como médico, participó activamente.

Caillet, nacido en Burdeos (Francia) en 1933, especializado en Ginecología y Urología, practicó abortos y esterilizaciones antes y después de que gozasen de amparo legal en su país. Miembro del Partido Socialista Francés, llegó a alcanzar cargos de relevancia en la Administración sanitaria.

--¿Cuándo entra usted oficialmente en la Masonería?

--Maurice Caillet: A principios de 1970 me convocaron para una posible iniciación. Yo lo ignoraba prácticamente todo acerca de lo que me esperaba. Tenía 36 años, era un hombre libre y nunca me había afiliado a sindicato ni partido político alguno. Así pues, una tarde, en una discreta calle de la ciudad de Rennes, llamé a la puerta del templo, cuyo frontón estaba adornado por una esfinge de alas y un triángulo que rodeaba a un ojo. Fui recibido por un hombre que me dijo: "Señor, ha solicitado ser admitido entre nosotros. ¿Su decisión es definitiva?, ¿está usted dispuesto a someterse a la pruebas? Si la respuesta es positiva, sígame". Hice un gesto de aquiescencia con la cabeza. Me puso entonces una venda negra sobre los ojos, me cogió por el brazo y me hizo recorrer una serie de pasillos. Empecé a sentir cierta inquietud, pero antes de poder formularla oí cómo se cerraba la puerta detrás de nosotros...


--En su libro "Yo fui masón" explica que la masonería fue determinante en la introducción del aborto libre en Francia en 1974.

--Maurice Caillet: La elección de Valéry Giscard d'Estaing como Presidente de la República francesa en 1974 llevó a Jacques Chirac a ser elegido Primer Ministro, teniendo éste como consejero personal a Jean-Pierre Prouteau, Gran Maestre del Gran Oriente de Francia, principal rama masónica francesa, de tendencia laicista. En el Ministerio de Sanidad colocó a Simone Veil, jurista, antigua deportada de Auschwitz, que tenía como consejero al doctor Pierre Simon, Gran Maestre de la Gran Logia de Francia, con el cual yo mantenía correspondencia. Los políticos estaban bien rodeados por los que llamábamos nuestros "Hermanos Tres puntos", y el proyecto de ley sobre el aborto se elaboró con rapidez. Adoptada por el Consejo de Ministros en el mes de noviembre, la ley Veil fue votada en diciembre. ¡Los diputados y senadores masones de derechas y de izquierdas votaron como un solo hombre!

--Usted comenta que entre los masones hay obligatoriedad de ayudarse entre sí. ¿Sigue siendo hoy así?

--Maurice Caillet: Los 'favores' son corrientes en Francia. Ciertas logias tratan de ser virtuosas, pero el secreto que reina en estos círculos favorece la corrupción. En la Fraternal de los Altos Funcionarios, por ejemplo, se negocian ciertas promociones, y en la Fraternal de Construcciones y Obras Públicas se reparten los contratos, con consecuencias financieras considerables.


--¿Usted se beneficio de esos favores?

--Maurice Caillet: Sí. El Tribunal de Apelación presidido por un "hermano" se pronunció sobre mi divorcio ordenando costas compartidas, en lugar de ponerlas todas a mi cargo, y redujo la pensión alimenticia a la ayuda que debía prestar a mis hijos. Tiempo después, tras tener un conflicto con mis tres socios de la clínica, otro "hermano masón", Jean, director de la Caja de la Seguridad Social, al enterarse de este conflicto, me propuso asumir la dirección del Centro de Exámenes de Salud de Rennes.


--¿Afectó a su carrera profesional el abandono de la masonería?

--Maurice Caillet: Desde entonces no he encontrado un puesto en ninguna administración pública o semipública, a pesar de mi rico currículum.

--¿En algún momento tuvo amenazas de muerte?

--Maurice Caillet: Tras ser despedido de mi puesto de trabajo de la administración y comenzar a pleitear contra dicha decisión arbitraria, recibí la visita de un "hermano" de la Gran Logia de Francia, catedrático y secretario regional de Fuerza Obrera, quien me dijo con la mayor frialdad que si pleiteaba ante la magistratura laboral ‘ponía en peligro mi vida' y él no podría hacer nada para protegerme. Nunca imaginé que podría estar amenazado de muerte por conocidos y honorables masones de nuestra ciudad.


--Usted era miembro del Partido Socialista y conocía a muchos de sus "hermanos" que se dedicaban a la política. ¿Podría decirme cuántos masones hubo en el Gobierno de Mitterrand?

--Maurice Caillet: Doce.


--Y, ¿en el actual de Sarkozy?

--Maurice Caillet: Dos.


--Para un ignorante como yo, ¿podría decirme cuáles son los principios de la masonería?
--Maurice Caillet: La masonería, en todas sus obediencias, propone una filosofía humanista, preocupada ante todo por el hombre y consagrada a la búsqueda de la verdad, aun afirmando que ésta es inaccesible. Rechaza todo dogma y sostiene el relativismo, que coloca a todas las religiones en un mismo plano, mientras que desde 1723, en las Constituciones de Anderson, ella se erige a sí misma en un plano superior, como "centro de unión". De ahí se deduce un relativismo moral: ninguna norma moral tiene en sí misma un origen divino y, en consecuencia, definitivo, intangible. Su moral evoluciona en función del consenso de las sociedades.

--Y, ¿cómo encaja Dios en la masonería?

--Maurice Caillet: Para un masón, el concepto mismo de Dios es especial, y eso si es que se le menciona, como en las obediencias llamadas espiritualistas. En el mejor de los casos es el Gran Arquitecto del Universo, un Dios abstracto, pero solamente una especie de "Creador-maestro relojero", como le designa el pastor Désaguliers, uno de los fundadores de la masonería especulativa. A este Gran Arquitecto se le reza, si se me permite la expresión, para que no intervenga en los asuntos de los hombres, y ni siquiera se le cita en las Constituciones de Anderson.


--¿Y el concepto de la salvación?

--Maurice Caillet: Como tal no existe en la masonería salvo en el plano terrenal: es el elitismo de las sucesivas iniciaciones, aunque éstas puedan considerarse pertenecientes al ámbito del animismo, según René Guènon, gran iniciado, y Mircea Eliade, gran especialista en religiones. Es, también, la búsqueda de un bien que no se especifica en ninguna parte... puesto que la moral evoluciona en la sinceridad, la cual, como todos sabemos, no es sinónimo de verdad.


--¿Cuál es la relación de la masonería con las religiones?

--Maurice Caillet: Es muy ambigua. En principio, los masones proclaman con firmeza una tolerancia especial hacia todas las creencias e ideologías, con un gusto muy marcado por el sincretismo, es decir, una coordinación poco coherente de las diferentes doctrinas espirituales: es la eterna gnosis, subversión de la fe verdadera. Por otra parte, la vida de las logias, que ha sido mía durante 15 años, revela una animosidad particular contra la autoridad papal y contra los dogmas de la Iglesia católica.


--¿Cómo comenzó su descubrimiento de Cristo?

--Maurice Caillet: Yo era racionalista, masón y ateo. Tampoco estaba bautizado, pero mi mujer Claude estaba enferma y decidimos ir a Lourdes. Mientras ella estaba en las piscinas, el frío me obligaba a refugiarme en la Cripta, donde asistí, con interés, a la primera misa de mi vida. Cuando el cura, al leer el Evangelio, dijo: ‘Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá', se produjo un choque tremendo en mí porque esta frase la oí el día de mi iniciación en el grado de Aprendiz y la solía repetir cuando, ya Venerable, iniciaba a los profanos. En el silencio posterior -pues no había homilía- oí claramente una voz que me decía: ‘Bien. Pides la curación de Claude. Pero ¿qué ofreces?'. Instantáneamente, y seguro de haber sido interpelado por Dios mismo, sólo me tenía a mí mismo para ofrecer. Al final de la misa, acudí a la sacristía y pedí Inmediatamente el bautismo al cura. Éste, estupefacto cuando le confesé mi pertenencia masónica y mis prácticas ocultistas, me dijo que fuera a ver al arzobispo de Rennes. Ese fue el inició de mi itinerario espiritual.

Más información sobre "Yo fui masón" en www.libroslibres.com

Dolor del Papa por la muerte del secretario de Gobernación mexicano

En un accidente aéreo que ha provocado al menos 13 muertes


CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 7 noviembre 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha manifestado al presidente de México, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, su dolor por el fallecimiento del secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño en un accidente aéreo que provocó al menos 13 muertes más y numerosos heridos.

En una carta enviada por el cardenal Tarciso Bertone, secretario de Estado el pontífice confiesa que se siente "vivamente apenado" al conocer la triste noticia y manifiesta al Gobierno, "a todos los familiares y al Pueblo Mexicano su más sentido pesar, así como su paternal cercanía".

En la misiva señala que "Su Santidad ofrece sufragios por el eterno descanso de los fallecidos y ruega al Señor por el pronto restablecimiento de los afectados"

El cardenal Bertone se une, además, "a los sentimientos de dolor del Sumo Pontífice" y renueva al presidente "el testimonio de mi más alta y distinguida consideración".

El presidente del Consejo Pontificio para las Familia, el cardenal Ennio Antonelli, que visitaba México en el momento del accidente para preparar en la capital el Encuentro Mundial de las Familias, que se celebrará en enero, también ha transmitido sus condolencias y bendición al Pueblo de México.

Predicador del Papa: ¿Hace falta ir a la iglesia para ser cristiano?

Meditación con motivo de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán


CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 7 noviembre 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap. - predicador de la Casa Pontificia -, a la liturgia del domingo próximo, 9 de noviembre, Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, catedral del obispo de Roma.


9 de noviembre: Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán
Ezequiel 47,1-2.8-9.12; Salmo 45; I Corintios 3,9-13.16-17; Juan 2,13-22

¡Esta es la casa de Dios!



Este año, en lugar del XXXII domingo del tiempo ordinario, se celebra la fiesta de la dedicación de la iglesia-madre de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán, dedicada en un primer momento al Salvador y después a San Juan Bautista. ¿Qué representa para la liturgia y para la espiritualidad cristiana la dedicación de una iglesia y la existencia misma de la iglesia, entendida como lugar de culto? Tenemos que comenzar con las palabras del Evangelio: "Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren".



Jesús enseña que el templo de Dios es, en primer lugar, el corazón del hombre que ha acogido su palabra. Hablando de sí y del Padre dice: "vendremos a él, y haremos morada en él" (Juan 14, 23) y Pablo escribe a los cristianos: "¿No sabéis que sois santuario de Dios?" (1 Corintios 3, 16). Por tanto, el creyente es templo nuevo de Dios. Pero el lugar de la presencia de Dios y de Cristo también se encuentra "donde están dos o tres reunidos en mi nombre" (Mateo 18, 20). El Concilio Vaticano II llama a la familia "iglesia doméstica" (Lumen Gentium, 11), es decir, un pequeño templo de Dios, precisamente porque gracias al sacramento del matrimonio es, por excelencia, el lugar en el que "dos o tres" están reunidos en su nombre.

¿Por qué, entonces, los cristianos damos tanta importancia a la iglesia, si cada uno de nosotros puede adorar al Padre en espíritu y verdad en su propio corazón o en su propia casa? ¿Por qué es obligatorio ir a la iglesia todos los domingos? La respuesta es que Jesucristo no nos salva por separado; vino a formar un pueblo, una comunidad de personas, en comunión con Él y entre sí.

Lo que es la casa para una familia, lo es la iglesia para la familia de Dios. No hay familia sin una casa. Una de las películas del neorrealismo italiano que todavía recuerdo es "El techo" ("Il tetto"), escrita por Cesare Zavattini y dirigida por Vittorio De Sica. Dos jóvenes, pobres y enamorados, se casan, pero no tienen una casa. En las afueras de Roma tras la segunda guerra mundial, inventan un sistema para construir una, luchando contra el tiempo y la ley (si la construcción no llega hasta el techo, en la noche será demolida). Cuando al final terminan el techo están seguros de que tienen una casa y una intimidad propia, se abrazan felices; son una familia.

He visto repetirse esta historia en muchos barrios de ciudad, en pueblos y aldeas, que no tenían una iglesia propia y que han tenido que construirse una por su cuenta. La solidaridad, el entusiasmo, la alegría de trabajar juntos con el sacerdote para dar a la comunidad un lugar de culto y de encuentro son historias que valdría la pena llevar a la pantalla como en la película de De Sica...

Ahora bien, tenemos que evocar también un fenómeno doloroso: el abandono en masa de la participación en la iglesia y, por tanto, en la misa dominical. Las estadísticas sobre la práctica religiosa son como para echarse a llorar. Esto no quiere decir que quien no va a la iglesia haya perdido necesariamente la fe; no, lo que sucede es que se sustituye a la religión instituida por Cristo por la llamada religión "a la carta". En Estados Unidos dicen "pick and choose", toma y escoge. Como en el supermercado. Dejando la metáfora, cada quien se hace su propia idea de Dios, de la oración y se queda tan tranquilo.

Se olvida, de este modo, que Dios se ha revelado en Cristo, que Cristo predicó un Evangelio, que fundó una ekklesia, es decir, una asamblea de llamados, que instituyó los sacramentos, como signos y transmisores de su presencia y de su salvación. Ignorar todo esto para crear la propia imagen de Dios expone al subjetivismo más radical. Uno deja de confrontarse con los demás, sólo lo hace consigo mismo. En este caso, se verifica lo que decía el filósofo Feuerbach: Dios queda reducido a la proyección de las propias necesidades y deseos. Ya no es Dios quien crea al hombre a su imagen, sino que el hombre crea un dios a su imagen. ¡Pero es un Dios que no salva!

Ciertamente una religiosidad conformada sólo por prácticas exteriores no sirve de nada; Jesús se opone a ella en todo el Evangelio. Pero no hay oposición entre la religión de los signos y de los sacramentos y la íntima, personas; entre el rito y el espíritu. Los grandes genios religiosos (pensemos en Agustín, Pascal, Kierkegaard, Manzoni) eran hombres de una interioridad profunda y sumamente personal y, al mismo tiempo, estaban integrados en una comunidad, iban a su iglesia, eran "practicantes".

En las Confesiones (VIII,2), san Agustín narra cómo tiene lugar al conversión al paganismo del gran orador y filósofo romano Victorino. Al convencerse de la verdad del cristianismo, decía al sacerdote Simpliciano: "Ahora soy cristiano". Simpliciano le respondía: "No te creo hasta que te vea en la iglesia de Cristo". El otro le preguntó: "Entonces, ¿son las paredes las que nos hacen cristianos?". Y el tema quedó en el aire. Pero un día Victorino leyó en el Evangelio la palabra de Cristo: "quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre". Comprendió que el respeto humano, el miedo de lo que pudieran decir sus colegas, le impedía ir a la iglesia. Fue a ver a Simpliciano y le dijo: "Vamos a la iglesia, quiero hacerme cristiano". Creo que esta historia tiene algo que decir hoy a más de una persona de cultura.

[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina]