martes, 5 de junio de 2007

¿Hasta donde se puede modernizar la Iglesia?

Este artículo me pareció muy interesante ya que retrata un tema de gran actualidad, el de las personas que piensan que la Iglesia Católica debería de ser más condescendiente para poder atraer a más personas.


Algunos "analistas" perciben un supuesto debilitamiento de la Iglesia católica, basada en cifras referentes al paso de muchos fieles a las llamadas sectas. Argumentan que los católicos se decepcionan de la Iglesia y deducen que la iglesia debe cambiar.

Por Carlos Villa Roiz

A partir de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y de la visita del papa Benedicto XVI a Brasil, algunos analistas perciben un supuesto debilitamiento exclusivo de la Iglesia católica, basada en cifras referentes al paso de muchos fieles a las llamadas sectas.

Argumentan que los católicos se decepcionan de la Iglesia y deducen que la iglesia debe cambiar. La Iglesia católica, ciertamente, en mucho puede cambiar y en varios rubros modernizarse; debe evitar errores y todos sus integrantes deberíamos apegarnos a los más nobles modelos de santidad pero, la Iglesia católica no puede ni debe cambiar en su doctrina que es la razón de su existencia.

Por más que antropólogos, sociólogos, grupos de presión, cuerpos legislativos y muchas personas y grupos más quisieran que la Iglesia abandonara algunos de los más elementales principios evangélicos que afectan intereses particulares, el principal compromiso de la Iglesia es con su fundador; Jesús de Nazareth, y en este sentido, ni siquiera el Papa tiene facultad para modificar una sola letra del contenido bíblico.

Sin embargo, algunos analistas insisten que la Iglesia podría conservar a los fieles disidentes o atraer más personas si modifica su doctrina, por ejemplo, permitiendo el aborto, las uniones de personas del mismo sexo, autorizando divorcios, etc.

Todo pareciera que el aspecto cuantitativo concediera a la Iglesia su legitimidad y verdad.

La Iglesia no es un sindicato o un partido político. Cristo pidió a sus seguidores que tomara cada quien su cruz y lo siguiera.
Estadísticas publicadas por la Santa Sede en su Anuario Pontificio señalan que “d e una población mundial de 6 mil 388 millones, los católicos son 1.098 millones, según los cálculos efectuados en el período que va del 2003 al 2004.

Se registra un aumento, en absoluto, de 12 millones de fieles (un porcentaje del 1,1%) si bien comparando estos datos con la evolución de la población mundial que en el mismo período pasó de 6.301 a 6.388 millones, la presencia relativa de los católicos disminuye una milésima parte, pasando de 17,2 católicos por cada 100 habitantes en 2003 a 17,1 en 2004.

”La experiencia demuestra que quienes abandonan la Iglesia católica es por apatía hacia Dios o porque buscan una experiencia religiosa distinta, más “light”, sin compromisos y acorde a egoístas intereses de vida, apegados más al materialismo y apoyados en falsos valores que obedecen a intereses y políticas de mercado.

El Doctor Guzmán Carriquiry, especialista en ciencias sociales y primer laico católico nombrado por Paulo VI como Jefe de departamento en uno de los ministerios de la Iglesia en Roma, escribió en “Globalización e identidad católica de América Latina” que quien cree en la cita evangélica “Yo soy la verdad… corre el riesgo de ser tildado de fundamentalista, factor de intolerancia y violencia potencial… en una sociedad multicultural, todo ha de quedar reducido a nivel de opiniones individuales y preferencias subjetivas en el supermercado global.

Habría lugar tan solo para un cristianismo sofá, livianito, conforme a la cultura posmoderna, despojado de sus dogmas, sobrenaturalismos y jerarquías, sin fundadas, objetivas y razonables pretensiones de verdad, movido por gratificaciones espirituales, buenos sentimientos y acciones humanitarias.

”En este tenor apunta la descristianización, no tan solo de América Latina sino del mundo entero, afectando también a todas las religiones históricas.

Quienes abandonan su fe por comodidad o intereses de vida, jamás han entendido y posiblemente tampoco lo harán, desde la comodidad de una secta, que Jesús, tomó su cruz por amor a la humanidad, y pidió a sus seguidores que la tomaran con Él.
Cristo no pidió que paráramos de sufrir, sino que sufriéramos con Él, es decir, que asumiéramos un compromiso de vida y muerte apegado a los Mandamientos.

El Evangelio del Buen Pastor es claro: son las ovejas quienes reconocen la voz de Jesús; quien no forma parte del redil, tiene la libertad de seguir otros caminos pero, también advierte que muchos son los llamados y pocos los escogidos.
El camino del catolicismo no es fácil de seguir, no obstante pudiera ser mucho menos riguroso que las múltiples prohibiciones contempladas por el Levitico para el judaísmo o las exigencias que impone el Islam.

Tratar de adaptar cualquier religión histórica a los intereses personales, cuando estos son contrarios a la doctrina, es engañarse a uno mismo.
Allí está la diferencia entre una iglesia comprometida con su fundador y una secta, que ofrece trajes a la medida de los intereses personales.

Ante este fenómeno, la Iglesia católica trata de llegar a todos a pesar de sus limitaciones materiales, pero a nadie puede obligar a adoptar un modelo de conducta apegado a la revelación evangélica.

Hay quienes con su actitud se alejan de Dios y de la Iglesia porque no están de acuerdo con la defensa que hace de la cultura de vida impuesta por Dios en el V Mandamiento; otros se van porque no están de acuerdo con la sacralizad del Matrimonio; unos más porque niegan la voluntad de Cristo de elegir a Pedro como cabeza de la Iglesia a quien le confirió el poder de atar y desatar en la tierra para el cielo… La Iglesia, siempre, llorará el abandono de cualquier persona y saldrá a su encuentro como el Buen Pastor, pero a nadie puedo obligar a permanecer en su seno.

Quienes inventan iglesias y doctrinas para atrapar un mercado de fieles, ofertando fantasías y supersticiones, materialismo y libertinaje, el New Age que supone que todas las religiones son iguales, y que la misericordia de Dios perdonará toda falta no arrepentida, se alejan cada vez más con sus seguidores de la voluntad de Dios, bajo el escudo de hacer libres interpretaciones de la Biblia que van aparejados de múltiples intereses privados y con ello, se alejan de la verdad.

El fruto tangible del abandono de Dios, -falso orgullo de muchos intelectuales- es el materialismo imperante y la transposición de valores, la deshumanización de la vida y del mercado, la explosión del narcotráfico que ofrece puertas equivocadas para huir de la realidad, los altos índices de delincuencia y violencia, el suicidio de miles de personas como rápida huida de un mundo que construyen el ateismo, e incluso personas bautizadas que no quieren comprometerse ni con Dios ni con sus mandatos.

La descristianización de nuestra cultura es uno de los temas que abordarán los obispos en Aparecida, Brasil, y más que como un problema que afecta a la iglesia, como una señal de alarma para un sector de la sociedad que quiere subordinar la voluntad de Dios a los intereses de los hombres.

Publicado en católico digitaljueves, 10 de mayo de 2007

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