Papa Benedicto XVI recordó a su predecesor, el Papa Juan Pablo II como un Apóstol de la Divina Misericordia, y aseguró que “toda su misión estuvo marcada por el servicio a la verdad de Dios y del hombre, y de la paz en el mundo”.
.- ElDesde el Palacio Apostólico de Castelgandolfo donde estuvo unos días de descanso, el Papa presidió el rezo mariano del Regina Coeli que hoy coincide con la fiesta de la Divina Misericordia, instaurada durante el Jubileo del 2000 por Juan Pablo II y coincidiendo con la canonización de Faustina Kowalska, humilde religiosa polaca.
“La misericordia es en realidad el núcleo central del mensaje evangélico, es el nombre mismo de Dios, el rostro con el cual Él se reveló en la antigua Alianza y plenamente en Jesucristo, encarnación del Amor creador y redentor”, indicó.
Benedicto XVI explicó que “este amor de misericordia ilumina también el rostro de la Iglesia, y se manifiesta a través de los Sacramentos, en particular en el de la Reconciliación, a través de las obras de caridad, comunitarias e individuales”.
El Santo Padre aseguró que de la misericordia divina, que pacifica los corazones, mana la auténtica paz en el mundo, la paz entre los pueblos, culturas y religiones diferentes y “como Sor Faustina, Juan Pablo II se convirtió a su vez, en apóstol de la Divina Misericordia. La noche del inolvidable 2 de abril de 2005, cuando cerró los ojos a este mundo, era la vigilia del segundo Domingo de Pascua, y muchos se dieron cuenta de la singular coincidencia, que unía en si, la dimensión mariana –el primer sábado del mes- y la de la Divina Misericordia”.
Según el Pontífice, fue en esta fecha que el largo pontificado de Juan Pablo II tuvo su núcleo central. “Contemplar constantemente ese Rostro; ésta es la herencia que él nos dejó, y que nosotros con gozo acogemos y hacemos nuestra”, indicó.
También recordó que en los próximos días, precisamente sobre la Divina Misericordia, se celebra el primer Congreso Apostólico Mundial sobre este tema en Roma. La Santa Misa con la que inicia este encuentro será presidida por el Papa. “Pongamos el Congreso bajo la celeste protección de María Santísima Mater Misericordiae. A Ella confiamos la gran causa de la paz en el mundo, para que la misericordia de Dios cumpla lo que es imposible para la fuerza humana, e infunda en los corazones el valor del diálogo y de la reconciliación”.
Tras el rezo mariano, saludó a los peregrinos en habla hispana. “Queridos hermanos: En este domingo dedicado a la Divina Misericordia, agradezcamos a Dios Padre el amor que nos ha manifestado en la muerte y resurrección de su propio Hijo, y pidamos a la Virgen María que interceda por nosotros para que sepamos reconocer en Cristo resucitado la fuente de la esperanza y de la alegría verdadera. Feliz domingo”.
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