ROMA, miércoles, 25 noviembre 2008 (ZENIT.org).- Historia singular la del escritor Vittorio Messori. Autor de libros superventas, con millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. Único autor que publicó un libro-entrevista con el papa Juan Pablo II ("Cruzando el umbral de la esperanza") y entrevistó al cardenal Joseph Ratzinger ("Informe sobre la Fe"), que luego llegaría a ser Papa.
Solamente "Cruzando el umbral de la esperanza" vendió más de veinte millones de ejemplares y fue traducido a 53 idiomas.
Y sin embargo hasta los 23 años Messori no era para nada católico. La familia era agnóstica o más bien anticlerical. Se crió y educó en una cultura racionalista, indiferente al misterio religioso y hostil a la sola idea de que Dios pudiera existir. Como estudiante universitario, fue discípulo de maestros del laicismo como Norberto Bobbio y Galante Garrone. Luego pasaría a ser periodista en el diario turinés "La Stampa".
Era el verano de 1964 en Turín, cuando ya se entreveían los primeros fogonazos del inminente Mayo de 1968, con los estudiantes universitarios que se alimentaban de Sigmund Freud, Karl Marx, Wilhelm Reich, y el mundo católico se debatía en los problemas del postconcilio Vaticano II. En este contexto, Messori encontró al Cristo que le cambió la vida.
La historia del hijo de un carpintero de Nazaret que decía ser el hijo de Dios y que murió inocente en la cruz, entró tan hondamente en la vida de este estudiante universitario, que el primer libro che publicó "Hipótesis sobre Jesús" se convirtió en un best-seller internacional.
Quien cuenta la conversión, las vivencias, las experiencias, los pensamientos de un católico que no atiende a bagatelas, apologético con razón, sólido y realista, es el vaticanista Andrea Tornielli, que ha entrevistado a Vittorio Messori, en el libro publicado ahora en italiano con el título "Por qué creo. Una vida para dar razón de la fe" ("Perché credo. Una vita per rendere ragione della fede", editorial Piemme).
En este diálogo austero y esencial, Messori relata que nadie creía en el éxito de "Hipótesis sobre Jesús". Muchos trataron de convencerle de que hiciera otra cosa. Los anticlericales se le mostraron hostiles pero también había católicos escépticos.
Los religiosos de la editorial "Sei", sus primeros editores, estaban seguros de que el libro sería un fracaso editorial y por ello lo mantuvieron en una gaveta durante más de un año y, en la primera edición, imprimieron sólo tres mil ejemplares.
Hoy, aquel libro ha superado un millón de ejemplares vendidos, ha sido traducido a entre 30 ó 40 idiomas, y a pesar de que fue escrito a mediados de los años setenta del siglo XX, sigue vendiendo aún entre 20 y 30.000 ejemplares al año.
Messori explica sin embargo que el mérito no es suyo, es Cristo quien sigue interrogando a la humanidad.
Un Cristo que sigue provocando la discusión, como demuestra el reciente fallo de un juez en Valladolid, España, contra los crucifijos en las aulas del colegio público Macías Picavea.
"No me escandalizo ni me rasgo las vestiduras por lo que ha sucedido en España --comenta a ZENIT Vittorio Messori--, porque estoy convencido de que un poco de dificultad y de hostilidad hace bien al cristianismo, despierta y hace tomar conciencia de la propia identidad".
"La historia lo enseña: las persecuciones han sido oportunidades para que los cristianos se multiplicaran", explica.
En la introducción al libro, Tornielli precisa que Messori "escribió el libro que no encontraba".
Messori no buscaba "análisis sobre la sociedad, sobre la pobreza material y sobre sus causas, sobre el compromiso político y social de los católicos, sobre la aplicación de las ciencias humanas al cristianismo".
El escritor convertido buscaba respuestas a las preguntas: "¿Qué hay de verdad en esta historia, en este relato, del que, desde hace dos mil años, se sigue oyendo el eco en el mundo? ¿Jesucristo es de verdad el hijo de Dios? ¿Es de verdad él el Mesías esperado por Israel, anunciado por las profecías? Y, sobre todo, ¿de verdad resucitó?
Pero antes que nada Messori buscaba certezas sobre la historicidad de aquél hombre, venido al mundo en una aldea perdida del Imperio Romano, que cambió la historia de la humanidad con la revolución del amor caritativo.
En el libro, Messori relata su conversión, que fue precedida por un hecho extraordinario, una llamada telefónica de un tío materno que murió joven por un ictus cerebral. El escritor es persona racional y está seguro de que no soñó ni sufrió alucinaciones.
Luego, en julio y agosto de 1964, mientras trabajaba en la centralita de la entonces compañía telefónica Stipel, encontró por casualidad un ejemplar de los Evangelios. Leyéndolo ávidamente sucedió un fenómeno que Messori describe como una "luz estallada de repente", un "encuentro misterioso", casi físico, con Jesús.
El conocido escritor se describe como un "emiliano terragno" [de la región italiana Emilia y con los pies en la tierra, ndt], sin vocación para la vida mística y ascética, y sin embargo narra que en aquellos dos meses vivió inmerso "en una experiencia mística", que no hubiera nunca imaginado, ni pensado conocer. Una situación de luz plena "con la claridad de haber visto la Verdad, con toda su fuerza y evidencia". Verdad que "me fue mostrada sin que lo esperase o lo mereciera".
En la introducción, Tornielli sostiene que Vittorio Messori "es una figura atípica en el panorama eclesial y cultural de hoy. No tiene pelos en la lengua, ni habla el "eclesialés", el típico lenguaje lleno de autorreferencias, a menudo esterotipado y tanto más repetitivo cuanto menos enganchado a la real experiencia humana. Y no se le puede fácilmente situar en este o aquel alineamiento. No es un tradicionalista, no es un moralista ni un teocon".
Tornielli relata que Messori tienen un solo, gran remordimiento: "Constatar cada día que la ‘conversión de la mente' --que fue y es total-- demasiado a menudo no vaya acompañada de la ‘conversión del corazón'. Y que, por tanto, debe unirse al lamento de ‘su' Blas Pascal: '¡Cuánta distancia hay, en mí cristiano, entre el pensamiento y la vida!'".
Por Antonio Gaspari, traducido del italiano por Nieves San Martín
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