Lectio Divina Jueves 21 de Febrero del 2008 | Ciclo "A": Lecturas - Año Par | II Semana del Tiempo de Cuaresma Feria | Color: Morado Liturgia de las Horas: T. II | II Semana del Salterio Lecturas: Lucas 16, 19-31 ; Salmo 1 | Lectio Divina Jeremías 17, 5-10 Esto dice el Señor: "Maldito el hombre que confía en el hombre, que en él pone su fuerza y aparta del Señor su corazón. Será como un cardo en la estepa, que no disfruta del agua cuando llueve; vivirá en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhabitable.
Bendito el hombre que confía en el Señor y en él pone su esperanza. Será como un árbol plantado junto al agua, que hunde en la corriente sus raíces; cuando llegue el calor, no lo sentirá y sus hojas se conservarán siempre verdes; en año de sequía no se marchitará ni dejará de dar frutos.
El corazón del hombre es la cosa más traicionera y difícil de curar. ¿Quién lo podrá entender? Yo, el Señor, sondeo la mente y penetro el corazón, para dar a cada uno según sus acciones, según el fruto de sus obras".
+ Meditatio Quizás la causa de que muchos hermanos vivan en una constante zozobra, llenos de miedos y angustias, es el querer construir su vida y realizar sus proyectos con sus propias fuerzas. Parecería que, después de tantos años y de tantos intentos fallidos, no nos hemos dado cuenta de lo débiles que somos para realizarlo. Si queremos que nuestra vida sea una vida plena, llena de paz, de alegría, y sobre todo de esperanza, es necesario que le dejemos más espacio a Dios para obrar en ella. Hoy más que nunca, el hombre tiene que dejar que sea Dios quien construya su vida y quien dé impulso a sus proyectos, pues solo Dios es poderoso y capaz de hacer lo que para nosotros no es posible. Poner nuestra confianza en Dios implica soltarse, dejar que Dios vaya tomando el control de nuestra vida. "Pon todo tu esfuerzo -decía un santo- como si todo dependiera de ti, pero confía totalmente en Dios como si todo dependiera de él". Esta es la clave para que nuestra vida transcurra en la paz de Dios.
+ Oratio Tú, Señor, conoces mi corazón y cada uno de mis pensamientos, tú conoces mis acciones. Por eso hoy me dirijo a ti, Dios mío, para que me enseñes a confiar y a abandonarme en ti. Quiero ser como ese árbol plantado junto al agua, que siempre está fresco y frondoso; quiero que cuando venga el calor de la tribulación o la prueba, yo pueda permanecer firme; quiero que gracias al contacto contigo mi vida nunca deje de dar frutos. Confío en ti, Señor, pues sé que sólo tú puedes sostener mi vida, darle plenitud y la frescura de tu Epíritu.
+ Operatio Hoy buscaré la cosa que más me preocupa y que me agobia y se la entregaré al Señor, confiando en que será él quien la resuelva; y si él desea usarme en esa situción, estaré disponible, pero con la firme idea de que es la mano de Dios ocupándose de mi causa.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón. Como María, todo por Jesús y para Jesús. Pbro. Ernesto María Caro |
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