jueves, 5 de junio de 2008

La perenne lección de humildad de san Gregorio Magno, según el Papa

Propone a todos el modelo de su predecesor en la sede petrina


CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 4 junio 2008 (ZENIT.org).- "Íntimamente impresionado por la humildad de Dios, que en Cristo se hizo nuestro siervo", san Gregorio Magno --Papa del año 590 al 604-- hizo de esta virtud su propia vida y la mostró como clave en el itinerario cristiano, especialmente en la vocación episcopal y en la lectura de las Escrituras, recuerda Benedicto XVI.

En la audiencia general de este miércoles, el Santo Padre continuó con su catequesis sobre este Padre y Doctor de la Iglesia que había vivido profundamente su vocación monacal, pero que, llamado a la sede petrina, "por amor a Dios supo hacerse servidor de todos en un tiempo lleno de tribulaciones y de sufrimientos".

"Supo hacerse 'siervo de los siervos' --recalcó Benedicto XVI--. Precisamente porque lo fue, es grande y nos muestra también a nosotros la medida de su verdadera grandeza".

Riquísimo en obras y escritos, san Gregorio sin embargo jamás quiso trazar una doctrina original; "quiere sencillamente ser la boca de Cristo y de su Iglesia en el camino que se debe recorrer para llegar a Dios", apuntó.

"Humildad" era una palabra que el Papa Gregorio invocaba, por ejemplo, para acercarse a la Biblia, de la que fue "apasionado lector", describió Benedicto XVI.

"De la Sagrada Escritura pensaba que el cristiano debe sacar no tanto conocimientos teóricos, sino más bien el alimento cotidiano para su alma, para su vida de hombre en este mundo" --añadió--, de manera que insiste en que "aproximarse a la Escritura simplemente para satisfacer el propio deseo de conocimiento significa ceder a la tentación del orgullo".

"La humildad intelectual es la regla primaria para quien intenta penetrar en las realidades sobrenaturales partiendo del Libro Sagrado", subrayó Benedicto XVI; sólo con la actitud interior de humildad "se escucha realmente y se percibe por fin la voz de Dios".

Pero "cuando se trata de la Palabra de Dios, comprender no es nada" "si no conduce a la acción", profundizó el Papa siguiendo a san Gregorio, cuyo "ideal moral" consiste en la "armoniosa integración entre palabra y acción, pensamiento y compromiso, oración y dedicación a los deberes del propio estado" como camino hacia Dios.

"Humildad" fue también la clave que llevó a este gran Padre de la Iglesia a "trazar la figura del obispo ideal, maestro y guía de su rebaño" --señaló el Santo Padre--: como "predicador" por excelencia, el obispo "debe ser sobre todo ejemplo" para los demás.

"Una acción pastoral eficaz requiere asimismo que conozca a los destinatarios y adapte sus intervenciones a la situación de cada uno", continuó.

De hecho, san Gregorio Magno así lo hizo, e insistió "en el deber de que el pastor " reconozca "cada día la propia miseria, de manera que el orgullo no haga vano, a los ojos del Juez Supremo, el bien realizado".

San Gregorio Magno cultivó las relaciones con los patriarcas de Antioquía, de Alejandría y de Constantinopla, preocupándose siempre "de reconocer y respetar los derechos, guardándose de toda interferencia que limitara la legítima autonomía de aquellos", especificó Benedicto XVI.

En el contexto de la situación histórica, san Gregorio "se opuso al título de 'ecuménico' por parte del Patriarca de Constantinopla"; pero "no lo hizo por limitar o negar esta legítima autoridad --aclaró el Papa--, sino porque estaba preocupado por la unidad fraterna de la Iglesia universal".

Una vez más, "lo hizo sobre todo por su profunda convicción de que la humildad debía ser la virtud fundamental de todo obispo --subrayó--, más aún de un Patriarca", y porque seguía siendo monje en su corazón, y por lo tanto, "contrario a los grandes títulos".

El que eligió para sí fue "siervo de los siervos de Dios", usado desde entonces por sus sucesores. Más allá de una fórmula, expresa verdaderamente "su modo de vivir y de actuar", concluyó Benedicto XVI.

Por Marta Lago

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