viernes, 10 de agosto de 2007

¿Cómo son las vacaciones para un buen cristiano? responde Benedicto XVI

No solo se distiende el físico sino en el que también se nutre el espíritu. Las vacaciones son un periodo en el que no solo se distiende el físico sino en el que también se nutre el espíritu a través de prolongados momentos de oración y meditación para crecer en el encuentro personal con Jesucristo, dijo el Papa Benedicto XVI al dirigir hoy el Ángelus dominical el día 15 de julio de 2007, durante su estadía en la región alpina de Lorenzago de Cadore, en el norte de Italia.

“Todo buen cristiano sabe que las vacaciones son un tiempo oportuno para distender el físico y también para nutrir el espíritu a través de amplios espacios de oración y de meditación, para crecer en el encuentro personal con Cristo y conformarse cada vez más con sus enseñanzas”, señaló el Santo Padre este mediodía en el Castillo de Mirabello, adyacente a la casa que donde se hospeda.

Ante unos mil 500 feligreses, el Pontífice reflexionó seguidamente sobre el Evangelio de hoy que nos presenta la parábola del buen samaritano “que introduce en el corazón del mensaje evangélico: el amor hacia Dios y el amor hacia el prójimo”.

“¿Pero quién es mi prójimo?, pregunta el interlocutor de Jesús. Y el Señor responde reformulando la pregunta y, mostrando, por medio de la narración del buen samaritano, que cada uno de nosotros debe hacerse prójimo de cada persona que encuentra. ‘¡Vete y haz tú lo mismo¡’”, explicó el Pontífice.

“Amar, dice Jesús, es comportarse como el buen samaritano. Nosotros sabemos, además, que el Buen Samaritano por excelencia es precisamente Él: siendo Dios, no ha dudado en rebajarse hasta hacerse hombre y dar su vida por nosotros”, subrayó.

En su alocución previa a la oración mariana, Benedicto XVI agradeció al Señor la posibilidad que le obsequia de transcurrir algunos días de descanso en la montaña y extendió su agradecimiento a todos a aquellos que le han acogido en Lorenzago, donde, dijo, "tantas veces estuvo mi amado predecesor Juan Pablo II”.

“Frente a este espectáculo de prados, bosques, cumbres que se dirigen hacia el cielo, aparece espontáneamente en el ánimo el deseo de alabar a Dios por las maravillas de su obra, y nuestra admiración porque estas bellezas naturales se transforman fácilmente en oración”, compartió.

Cortesía de: Encuentra.com

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