Entrevista con el embajador Kagefumi Ueno
ROMA, miércoles, 5 septiembre 2007 (ZENIT.org).- Japón y el Vaticano tienen muchos motivos para intensificar las relaciones en los próximos años, sobre todo con respecto a la cooperación en África. Así lo afirma el nuevo embajador japonés ante la Santa Sede.
Kagefumi Ueno, diplomático que empezó su misión en el Vaticano en noviembre, añade que «hay mucho terreno en común para el trabajo en equipo y la coordinación entre las agencias de ayuda japonesas y algunas entidades católicas importantes en África».
En esta entrevista concedida a Zenit en la sede de su residencia, el embajador ofrece también una perspectiva japonesa del Vaticano, y algunos pensamientos sobre por qué los católicos son sólo el 0,5 por ciento de la población de Japón.
--Viniendo de Japón, ¿qué le impresiona más de la Santa Sede?
--Embajador Ueno: Mi impresión es que la Santa Sede tiene cuatro signos muy distintivos.
Primero, tiene un valor o autoridad moral que no sólo es respetada por los católicos sino también por muchas autoridades de países que no son cristianos.
Por ejemplo, cuando presenté las credenciales al Santo Padre, éste expresó su deseo de desnuclearización de la península coreana. El día siguiente, lo que él me dijo fue publicado en casi todas las partes del planeta.
Igualmente, lo que el Papa dice sobre Darfur, Irak, Palestina…, recibe siempre atención internacional.
El Papa es, en este contexto, una especie de «guardián» de la situación internacional. La comunidad internacional espera que él hable sobre paz y justicia.
Cuando el presidente estadounidense o el presidente ruso hablan de algún problema internacional, se da por descontado que hablan de los intereses nacionales. Pero cuando el Papa habla no es así: la Santa Sede está despegada de los intereses seculares.
Segundo, considero la Santa Sede como una institución internacional, como las Naciones Unidas. En cierta medida veo al Papa como un secretario general de una entidad como las Naciones Unidas, aunque con aspectos religiosos.
Un tercer aspecto es que la Iglesia tiene una red global que está localmente arraigada en cada continente, con su centro operacional en el Vaticano.
Cuarto, detenta un poder de comunicación grande a través de «Radio Vaticano», «L'Osservatore Romano» y otros medios de comunicación con los que extiende su mensaje en cada rincón del mundo.
Todo esto es único y muy impresionante.
Para mí, que vengo de Japón, un país con una casa imperial duradera y que de hecho es una de las instituciones más antiguas en el mundo, además de la Santa Sede, es interesante explorar por qué y cómo la Santa Sede ha tenido éxito durante tanto tiempo.
--¿Cuáles son las áreas de cooperación entre la Santa Sede y Japón?
--Embajador Ueno: Antes de tocar este tema, me gustaría repetir que el papel más importante del Papa es extender el mensaje de paz.
Así que personalmente, no sólo como embajador de Japón, espero que hable sobre su visión de la paz y la justicia siempre y dondequiera sea necesario.
Además de paz y justicia, las áreas de prioridad son la cooperación, la coordinación y comunicación sobre el calentamiento global, y África.
Hablando específicamente de África, Japón es el segundo donante más grande de ayuda en la comunidad internacional después de los Estados Unidos.
Hasta hace algún tiempo, la ayuda japonesa se había enfocado principalmente en la región asiática.
Los destinatarios asiáticos de nuestra ayuda han desarrollado sus economías respectivas con éxito durante las últimas dos o tres décadas, y por tanto hay una urgencia cada vez menor para dirigir nuestra ayuda hacia allí.
Japón empezó un proceso de diálogo en el desarrollo hace 15 años entre Japón, países africanos, otros países donantes y agencias internacionales.
A nivel político y estratégico, Japón, que tendrá la presidencia del Grupo de los ocho países más industrializados y Rusia (el G8) en 2008, debería hacer todo lo que sea posible para exhortar al grupo de los ocho a focalizar su atención en África, de manera concertada y coordinada.
Japón está bien dispuesto a escuchar la visión de la Santa Sede y es de esperar que el diálogo político entre Japón y la Santa Sede se intensifique.
A un nivel práctico y operacional hay mucho campo para el trabajo en equipo y la coordinación en los próximos años entre las agencias de ayuda japonesas y algunos entes católicos importantes en África, como Cáritas Internacional y la Comunidad de Sant Egidio, entre otros.
Respeto mucho los esfuerzos de donantes de ayuda católicos que, si los ponemos juntos, constituyen la organización más grande que da la ayuda a África subsahariana.
No debemos olvidar que una ventaja adicional obvia de Japón es que no hay ningún vínculo histórico negativo entre Japón y África: Japón es muy «libre» en África, pues no ha tenido ninguna experiencia colonial.
--¿Cuál es su visión sobre el diálogo interreligioso?
--Embajador Ueno: Me gustaría precisar que parece que hoy, cuando la Iglesia católica habla sobre diálogo interreligioso se entiende diálogo con el islam.
Ciertamente, entiendo perfectamente que el diálogo con el islam tiene una importancia superior para el catolicismo. Pero el dialogo con otras religiones como el budismo, el sintoísmo, y otras, debe tomarse también en consideración.
De hecho, en Japón, cuando se habla de diálogo interreligioso, también nos referimos al islam, y no necesariamente al catolicismo o al cristianismo.
Así que me gustaría hacer un llamamiento a ambos¬ --a la Santa Sede y a la sociedad japonesa en general-- para reflexionar cada vez más sobre el diálogo con el catolicismo y, por otra parte, con el budismo y el sintoísmo.
En este sentido, es necesario subrayar que monseñor Félix Machado, el subsecretario del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso ha participado este mes de agosto en la cumbre Religiosa del Monte Hiei en Kyoto.
--¿El catolicismo contribuye de manera significativa a la sociedad japonesa?
--Embajador Ueno: Hay dos aspectos que deben tenerse en cuenta.
Primero, en Japón la Iglesia católica ha establecido muchas universidades, escuelas y otras instituciones.
Muchos de los titulados por estas instituciones ocupan posiciones importantes en una variedad de segmentos sociales. Por ejemplo, en mi ministerio, el Ministerio de Asuntos Exteriores japonés, hay varios titulados por estas facultades.
A través de estas instituciones muchos japoneses se han familiarizado con los valores católicos.
No obstante, debo añadir que pocos de los titulados por instituciones católicas se bautizan. Realmente, estos siguen siendo muy pocos.
Creo que hay dos razones por las cuales tan pocos se convierten al catolicismo.
Primero, me permito recordar que la mayoría de japoneses tienen una mentalidad que percibe o encuentra «almas» en las plantas, los animales, las montañas, las cascadas, las fuentes, etc., por así decirlo, como los celtas antiguos.
Esta cosmología japonesa, típica de una mentalidad politeísta, tiene un contraste fuerte con la visión monoteísta del cristianismo.
Segundo, me parece que los cristianos tienden a adherirse a valores absolutos.
Por ejemplo, cuando hablan de justicia o de mal, quieren decir justicia absoluta o mal absoluto, una aproximación de blanco y negro.
Contrariamente, cuando un japonés se refiere a la justicia, se refiere a una justicia relativa, con una aproximación más en escala de grises.
Por tanto, existen algunas diferencias filosóficas fundamentales entre las dos cosmologías las cuales, aunque vagamente, explican la relativa baja proporción de cristianos en Japón.
Sin embargo, no tenemos que obviar la otra cara de la moneda, y es que muchos japoneses aceptan el 70 u el 80% de las enseñanzas del catolicismo.
Por ejemplo, aceptan prácticamente los Diez Mandamientos. Y hay muchos denominadores en común entre las dos cosmologías.
Yo diría que el cristianismo tiene muchos efectos positivos en la sociedad japonesa.
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