lunes, 5 de noviembre de 2007

La amistad con Jesús es lo "más grande”, dice el Papa en Misa por Cardenales difuntos

Misa en la basílica vaticana por los Cardenales y Obispos fallecidos a lo largo del año


Benedicto XVI durante la Misa esta mañana en la basílica vaticana

.- Al presidir esta mañana en la basílica de San Pedro una Misa en sufragio por los Cardenales y Obispos que partieron a la Casa del Padre a lo largo de este año, el Papa Benedicto XVI destacó que pese a haber tenido características distintas, todos ellos tuvieron en comúnla cosa más grande: la amistad con el Señor Jesús”.

En la Misa concelebrada por los miembros del colegio cardenalicio, y que tradicionalmente se lleva a cabo durante el mes de noviembre, el Santo Padre recordó a los purpurados que fallecieron en los doce últimos meses: Salvatore Pappalardo, Frédéric Etsou-Nzabi Bamungwabi, Antonio María Javierre, Angelo Felici, Jean-Marie Lustiger, Edouard Gagnon, Adam Kozłowiecki y Rosalio José Castillo Lara.

El Pontífice invitó a dar gracias a Dios "por el don que ha hecho a la Iglesia a través de ellos y por todo el bien que han podido realizar con su ayuda. Igualmente –dijo– confiamos al Padre Eterno a los patriarcas, arzobispos y obispos difuntos, expresando también para ellos nuestro reconocimiento en nombre de toda la comunidad católica".

Durante su homilía, el Papa señaló que estos hermanos nuestros, "han sido ciertamente hombres con características distintas, tanto por las vicisitudes personales como por el ministerio que han ejercido; sin embargo, todos han tenido en común la cosa más grande: la amistad con el Señor Jesús".

Al comentar el salmo responsorial, "Mi alma está sedienta de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo podré ir a ver el rostro de Dios?", el Santo Padre dijo que "esta sed contiene una verdad que no traiciona, una esperanza que no defrauda. Es una sed que, también a través de la noche más oscura, ilumina el camino hacia la fuente de la vida".

Benedicto XVI señaló que a la luz del misterio pascual del Señor Jesús, las palabras de esperanza del salmo revelan que “ni siquiera la muerte puede hacer vana la esperanza del creyente, porque Cristo ha entrado para nosotros en el santuario del cielo, y nos quiere conducir allí tras habernos preparado un lugar”.

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