Entre ellas, el número de abortos es mayor que el de nacimientos vivos
ROMA, domingo, 15 diciembre 2007 (ZENIT.org).- Una vez más han vuelto a los titulares las cuestionables prácticas de las clínicas abortivas. En España, las autoridades investigan cuatro clínicas acusadas de llevar a cabo abortos más allá del límite legal de tiempo, informaba el periódico Times de Londres, el 30 de noviembre.
Según el artículo, estas clínicas de Barcelona solían usarlas mujeres británicas, y llevaban a cabo abortos más allá del octavo mes de embarazo. El Times observaba que las leyes permiten el aborto sólo hasta las 22 semanas. En la investigación, la policía descubrió máquinas conectadas a los desagües, que se utilizaban para machacar los cuerpos de los bebés abortados, destruyendo así las pruebas.
Según un artículo del 27 de noviembre en el periódico español ABC, las autoridades llevaron a cabo un registro en las clínicas tras la denuncia, hecha hace más de un año, por la organización cristiana E-Cristians. Parte del material enviado a la policía por E-Cristians provenía de una investigación de una televisión danesa que grabó secretamente a una periodista embarazada preguntando a un doctor de la clínica si, a las 30 semanas de embarazo, podría practicarle a un aborto. El doctor dijo que sí.
En el año 2004, el periódico británico Telegraph llevó a cabo una operación encubierta similar para exponer los abortos tardíos e ilegales en las clínicas de Barcelona. Según el ABC, no llegó a nada la investigación oficial surgida de los artículos que se publicaron sobre el tema.
Un artículo publicado al día siguiente por el ABC contenía detalles gráficos de los métodos utilizados por las clínicas de Barcelona en estos abortos tardíos. Según un doctor citado por el periódico, algunos de los métodos abortivos utilizados difieren poco del infanticidio. Asimismo, una organización de doctores cristianos (Médicos Cristianos) declaraba al periódico que tenían pruebas de que algunos de los cuerpos de los últimos abortos terminaron en laboratorios de fabricación de cosméticos.
También causaban preocupación algunos datos recientes sobre abortos en España. El 4 de julio, el periódico ABC informaba que, según un estudio de los datos de 1991 a 2001, los investigadores descubrieron que el número de abortos en chicas de entre 15 y 19 años casi se ha multiplicado por dos, desde los 5.441 hasta los 9.918. Durante este periodo el número de total de abortos se elevó gradualmente, desde los 41.910 hasta los 69.857.
El 2 de diciembre, el ABC explicaba que, entre las adolescentes menores de 20 años, el número de abortos es mayor que el de nacimientos vivos. Los datos provienen del año 2005, el último año del que se tiene información completa disponible. Ese año, hubo 12.883 mujeres menores de 20 años que llevaron hasta el final su embarazo; por el contrario, 13.031 optaron por el aborto.
Grave injusticia
A principios de año los obispos que forman parte de la provincia eclesiástica de Madrid publicaron una nota sobre lo que denominaron el grave problema del aborto. En su declaración, con fecha 25 de marzo, fiesta de la Encarnación de Nuestro Señor, los prelados recordaban que el aborto es una injusticia grave y un crimen contra una vida inocente.
Los obispos criticaban con dureza a los legisladores que aprueban leyes que permiten que se cometa una violencia injusta contra la vida y quebrantan los derechos de los que no pueden hablar por sí mismos. Esta es una forma totalitaria de gobernar que olvida el primer principio de la justicia, que es el derecho a la vida, afirmaban.
Los obispos de Irlanda también hablaron recientemente en contra del aborto en una carta pastoral publicada para conmemorar la celebración anual del Día por la Vida el 7 de octubre. Cada vida ha sido creada por Dios a su propia imagen y semejanza, apuntaban. Esto significa que toda vida es sagrada, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural.
Los obispos invitaban a todos a rezar por los afectados por el aborto, y también a rezar por los políticos para que tengan en mente la sacralidad de la vida en sus decisiones.
Desde Australia, el arzobispo de Melbourne, Denis Hart, escribía un artículo sobre el aborto, publicado en el periódico Herald Sun el 25 de agosto. Tristemente, comentaba, el lugar más peligroso para un bebé en el estado de Victoria es estar en el vientre de su madre. Uno de cada cuatro embarazos en Victoria acaba en aborto.
Australia ha gozado de un sustancial progreso económico en los últimos años, observaba el arzobispo, pero necesitamos ser ricos en humanidad y no sólo en términos económicos. Además, si permitimos que la democracia se distorsiones negando el derecho a la vida, «nuevas esclavitudes reemplazarán el sueño de una verdadera democracia», concluía.
Defender la vida
No sólo la Iglesia defiende la vida no nacida. Francis Beckwith, profesor de filosofía y jurisprudencia en la Universidad Baylor, publicaba un libro que subraya los argumentos laicistas contra el aborto. «Defending Life» (Defender la vida), publicado por Cambridge University Press, es un análisis muy completo del tema del aborto desde la perspectiva del discurso sobre la persona humana.
El punto clave a tener en mente, sostenía Beckwith, es que la entidad no nacida es un miembro novato de la comunidad humana. Una vez que se acepta esto también puede sostenerse que esta entidad está investida de todos los derechos que tienen las personas libres e iguales, entre ellos, el derecho a la vida.
Beckwith explica en la introducción del libro que escogió argumentar desde bases filosóficas y legales, y no teológicas, porque en la vida pública y en los círculos académicos los argumentos se suelen desechar automáticamente los argumentos religiosos.
Una de las dificultades del debate, según Beckwith, es que cuando decimos que algo es moralmente malo, suele darse la presunción de que esto sólo depende de un punto de vista personal. Así, defender el derecho a elegir el aborto hace del tema una mera preferencia personal, sin reconocimiento alguno de los principios objetivos de lo bueno o lo malo.
El argumento del relativismo moral, justificado con frecuencia en nombre de la tolerancia o de las diferencias culturales, es defectuoso. De hecho, durante siglos, los sistemas de razonamiento moral han intentado guiar a las personas al tomar sus decisiones, y estos argumentos pueden aplicarse al debate del aborto.
Tras un par de capítulos diseccionando los defectos de los argumentos presentados por el Tribunal Supremo de Estados Unidos al aprobar el aborto, Beckwith vuelve a considerar el argumento científico del status humano del no nacido.
Desde el momento de la concepción no se necesita nueva información genética para hacer de la entidad no nacida un ser humano individual. La nueva entidad es un organismo pleno, con la capacidad y el poder de alcanzar la plena madurez. Desde un punto de vista biológico no hay una ruptura decisiva o un cambio sustancia desde la concepción hasta la muerte.
Otro capítulo del libro trata el argumento de que, aunque la entidad no nacida pueda ser humana, no tienen el status y los derechos de una persona. Beckwith denomina defensores de la desigualdad a quienes defienden la posición de que no todos los seres humanos son igualmente valiosos porque carecen de ciertas propiedades o funciones.
Beckwith, por el contrario, defiende la postura de que un ser humano es intrínsecamente valioso por lo que es. Otro capítulo del libro se dedica al tema de la clonación. Aunque tengamos una postura con principios basada en el valor intrínseco de la vida humana en todas sus etapas de desarrollo, es más difícil resistir a las presiones por la clonación, concluía.
Al concluir Beckwith razona que si la vida no nacida es una persona, y no se justifica moralmente quitar la vida a un ser humano, entonces las leyes deberían reflejar esto y prohibir el asesinato injusto de personas inocentes.
Esta es una postura compartida por Benedicto XVI, quien en un discurso a los obispos de Kenia, el 19 de noviembre, indicaba que «la destrucción directa de una vida humana inocente nunca puede justificarse, sean cuales sean las difíciles circunstancias que puedan llevar a algunos a considerar tan grave paso».
Esta igualdad fundamental de la vida, continuaba el Papa, es esencial como base de la vida social fundada en la verdad y la justicia.
Por el padre John Flynn, L. C.
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